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Joaquín Rábago.

Como para reír o llorar

Permítame el colega Miguel Ángel Aguilar tomarle prestada una frase suya -"pero, ¿qué broma es esta?"- para referirme hoy a algunas cosas que pasan en un país llamado España y que calificamos de "democrático".

Aunque llevo semanas lejos, prácticamente en las antípodas, me llegan, gracias a internet y a los mensajes de personas amigas, noticias que me hacen no sé si reír o llorar por lo que mientras tanto allí sucede.

La noticia, por ejemplo, que daba el diario.es de ese concejal de A Coruña imputado por un cartel de carnaval en el que aparecía un personaje disfrazado de Papa en un papamóvil de cartón y con una copa de vino en la mano.

Por lo que leo, el concejal ha sido denunciado por la Asociación de Viudas de Lugo (sic), que le acusan de herir sus sentimientos religiosos, y tendrá que acudir próximamente a un juzgado de A Coruña para responder del supuesto delito.

Pero, ¿se ha perdido el sentido de lo que ha significado siempre el carnaval desde la Edad Media: una fiesta de origen pagano en el que está permitido trastornar, aunque sea solo por unos días y simbólicamente, el orden establecido y sus jerarquías?

¿Y qué es por otro lado eso de "herir los sentimientos religiosos"? ¿Tan poco profundos son estos que una sencilla caricatura puede herirlos? ¿Cómo es posible que un juez pueda tomar siquiera en consideración semejante patochada? ¿Es que nos hemos vuelto locos?

¿No hay tantas cosas que afectan diariamente a nuestros sentimientos o a nuestro sentido de la justicia, como el hecho de que en un Estado aconfesional como se supone que es el nuestro la Iglesia católica no pague el impuesto sobre los bienes inmuebles, sin que podamos hacer otra cosa que lamentarnos?

Me cuentan también que una fiscal pide para un joven dos años y un día de cárcel, nueve años de inhabilitación y cerca de 5.000 euros de multa a un joven también por una canción.

Y desde el caso de los titiriteros anarquistas denunciados por representar un guiñol en el que aparecía una pancarta con un mensaje de contenido ambiguo no han parado los juicios por mensajes en las redes sociales por enaltecer supuestamente el terrorismo.

Parece como si, con tantos delitos económicos como conocemos, la justicia no encontrara cosas más importantes de las que ocuparse que de casos tan ridículos como el que relataba el periodista Gregorio Morán en su artículo "Vivimos en un país enfermo", publicado en el diario digital bez.es.

Una madre fue absuelta, según contaba, por un juez de Almería del delito de malos tratos a su hijo por haberle quitado a este el móvil con el que pasaba el día entretenido. El adolescente la había denunciado a la Guardia Civil y un fiscal había pedido para ella nueve meses de prisión.

¡Efectivamente, como para reír o llorar!

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