Creo en la custodia compartida. Creo en ella cuando los padres se quieren y cuando ya no, cuando viven juntos y sacan tiempo y hacen planes y van al parque; y cuando ya no.

No creo en las afirmaciones rutinarias y mecánicas que aseguran que hasta una determinada edad los niños deben estar con su madre, igual que no creo en su réplica más habitual: "Eso dependerá de la madre?". Depende del amor, como todo, depende de querer y todo lo demás es ruido de fondo.

Custodia compartida significa compartir esa paternidad desde el principio, cada cual con su talento, con sus maneras y también con sus limitaciones; porque no existe una única forma válida de querer, ni tampoco de demostrarlo. Porque nadie es más hábil que aquel que quiere hacerlo bien y lo intenta.

Creemos todos que queremos mejor que nadie, igual que pensamos que besamos bien, que somos grandes amigos de nuestros amigos o muy buenos conductores. Nadie reconoce hacer ciertas cosas mal.

Cuando nació mi primera hija llegué al convencimiento de que si yo dejaba de existir, ella no volvería a dormirse jamás. Estaba segura de que solo yo, solo mis brazos, solo mi forma de acunarla, podían adormecerla con éxito.

Y ese férreo convencimiento duró hasta mi primera salida a cenar después del parto. Esa durísima primera vez.

Mi madre la sostuvo en su colo de abuela, sin moverla, sin acunarla, sin artilugios musicales ni chupete. Sin nada. Solo su calma, su no tener prisa, su no tener ninguna otra cosa más inspiradora y necesaria que hacer. Y así durante cuatro horitas?

Una ternura no impostada, un querer ser y estar perfectos como si toda su vida hubiese sido un viaje hacia ese lugar, como si esas horas y esa compañía fuesen el premio.

Volví a casa y vi la estampa. Muy lejos de dar las gracias le voceé con ese atrevimiento que solo da la ignorancia: "¡Mamá, si está dormida, ¿por qué la tienes en el colo?". ¡Cuántas abuelas habrán escuchado esa frase!

La diferencia radical que existe entre contar con alguien y pedirle cuentas. Esa diferencia?

El Tribunal Supremo considera, ya desde hace unos años, que la custodia compartida en caso de separación es la "mejor solución" para el menor, y señala además, que el punto de partida para la decisión de cada juez debe ser que la guarda y custodia compartida sea la regla general y no la excepción. Sin embargo, en la práctica, este criterio jurisprudencial no siempre se cumple. Para empezar, porque no se dan por sentado las mismas cosas para ambas partes, porque habitualmente uno de los dos ha de demostrar que es un superhéroe y al otro se le presume. El punto de partida ante los tribunales debería ser el mismo para ambos progenitores y desde ahí, que cada parte alegue y pruebe lo que estime conveniente para los intereses del menor, y no para los suyos propios.

Porque el interés del menor, igual es que le quieran desinteresadamente, que le quieran sin prisas.

*Abogado