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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Se ofrece interlocutor para todo

El pasado 12 de diciembre de 2016, don Mariano Rajoy descolgó el teléfono para felicitar al señor Trump por su triunfo en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América del Norte. Según una nota hecha pública por el Gobierno español, hablaron veinte minutos a través de intérpretes (ninguno domina el idioma de su interlocutor) pero tuvieron tiempo para intercambiar puntos de vista sobre los efectos del "Brexit", la crisis económica mundial, las relaciones trasatlánticas y la lucha antiterrorista. Y ya fuera de tan exigente temario, el presidente norteamericano aún tuvo un momento para recordar con agrado una brevísima estancia en Barcelona para dar una conferencia en una ciudad a la que calificó de "magnífica".

Ha pasado más de un mes desde aquel primer contacto que pudiéramos considerar de obligada cortesía y en ese corto espacio de tiempo el señor Trump ha puesto patas arriba el panorama político mundial con sus peculiares puntos de vista (construcción de un muro fronterizo con México, utilidad de la tortura, expreso deseo de que desaparezca la Unión Europea, restricciones al derecho de asilo, etc., etc.). En algunos foros, a parte de calificar ese ideario de fascista, se le ha reprochado al Gobierno español que no levantase la voz para protestar contra el trato despectivo hacia un país de la misma comunidad de sangre y de lengua como México. Pero el Gobierno se refugió en el mutismo y alegó que harían de la forma más discreta posible las acciones diplomáticas encaminadas a conseguir que se restableciese la buena relación entre dos estados vecinos.

Aún no se han visto los resultados de esa mediación pero deben ir bastante bien, cuando desde el palacio de La Moncloa nos informan de una nueva conversación telefónica entre el señor Rajoy y el señor Trump. Esta vez de quince minutos de duración, quizás porque en la cita anterior ya habían dejado bien encauzada la solución a buena parte de los problemas mundiales. No obstante, el comunicado oficial nos reservaba la sorpresa de que el gobierno del señor Rajoy se había ofrecido al señor Trump como "interlocutor en Europa, América Latina y también en África y Oriente Medio". Una iniciativa ambiciosa que colocaría nuevamente a España en un lugar de privilegio en el concierto de las grandes naciones, ya que excepción hecha de Rusia, China, India, Japón, Australia y resto de Oceanía, podríamos meter la nariz en todas partes como interlocutores privilegiados de la nueva política de Washington.

Teníamos la impresión de que, después del enorme fracaso que supuso la vergonzosa sumisión de Aznar a los intereses militares de Estados Unidos apoyando la invasión de Irak, los gobernantes españoles se tentarían mucho la ropa antes de embarcarse en protagonismos imperiales y preferirían hacer una política de andar por casa. Entendiendo por casa, en un sentido amplio, la Unión Europea, los países ribereños del Mediterráneo e Iberoamérica. Pero ofrecerse como "interlocutores" o "intermediarios" de una política exterior como la del señor Trump que, por sus primeros pasos, parece cambiante, caprichosa y demencial, supera todas nuestras previsiones. Y más todavía cuando al mando del Gobierno español está un político que se ha caracterizado hasta ahora por no tomar iniciativas arriesgadas y dejar que el paso del tiempo resuelva los conflictos más acuciantes.

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