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Ceferino de Blas.

Bayona, Rajoy y el cine español

Y precisamente cuando se conceden los principales premios cinematográficos, los Globos de Oro, los Goya, los Oscar y todos los galardones importantes que se han fallado y van a fallarse, en este trimestre. Lógicamente era la pregunta del momento: ¿cuántas películas nominadas a los Goya ha visto usted, señor Rajoy ? La contestación fue que no había visto ninguna. Y, como era previsible, ha encrespado a la farándula, lo que no deja de ser irrelevante, pues montar el número forma parte de su identidad.

Pero también ha molestado a la gente del cine, la que manda y expresa la voz políticamente correcta del sector. La ortodoxa, que tampoco necesita muchas excusas para criticar a los gobiernos del PP, y con mayor denuedo si se trata de Rajoy.

El primero que manifestó su indignación ha sido uno de los directores exitosos del momento, Juan Antonio Bayona, cuya película "un monstruo viene a verme" es de lo más atractivo que se ha hecho en España en el último año, como proclaman las criticas y refrendan las taquillas.

Para Bayona que el presidente del Gobierno no haya visto ninguna película de los Goya -por cierto, un año de excelente cosecha-, demuestra falta de consideración con lo que se hace en su país.

Y es pasarse. El cine español, como demuestran las cifras de espectadores, no entusiasma a los aficionados, aunque cada año lance al mercado docenas de títulos.

Para que aparezca una película que atraiga a la inmensa mayoría, y también a los buenos aficionados, que es el baremo para medir la calidad, deben filmarse muchos guiones. Y hay años en que no lo consigue ninguno. Incluso son contadas las que compiten en los grandes circuitos comerciales, y estas rara vez son las más vistas, salvo fenómenos como la serie de Torrente o los "Ocho apellidos vascos".

Por lo general las películas nacionales se distribuyen por los circuitos minoritarios, en los que compiten con títulos sudamericanos o de países emergentes, árabes y asiáticos.

La contestación de Rajoy no es la que le recomendaría un asesor de imagen, pero fue una respuesta sincera que, en vez de cabrear, debería hacer reflexionar a productores y directores.

Representaba la opinión del ciudadano medio de este país, que trabaja muchas horas, está atento a lo que ocurre y aprovecha los tiempos de ocio para divertirse y relajarse ante la tele con un partido de fútbol, la etapa de una carrera ciclista, una película de acción o leyendo una novela. De estar en cartel un buen filme español, seguro que interesaría.

Pero tener que catar en los tiempos libres cine nacional, por el hecho de serlo, es decir, como obligación, cuando puede ser un bodrio, es mucho pedir.

Si Carlos Alsina le hubiera preguntado cuáles son las últimas películas que vio, no solo los Goya, tal vez la respuesta hubiera sido más del gusto de las gentes del sector. Porque no respondió que no le guste el cine, sino que ninguna de las películas nominadas le atrajo lo suficiente para dedicarle su tiempo libre. Idéntica respuesta que darían infinidad de españoles, incluso habituales al cine.

Es tan poco inteligente obligar a ver cine español como lo contrario, es decir, no acudir nunca a películas españolas por sistema, como se escucha a algunos aficionados, y no por razones nacionalistas.

El cine es universal y hay buenas películas de Hollywood, sin duda las mejores y más numerosas, como de Francia, Italia o Gran Bretaña, aunque menos, y también españolas, contadas.

Las generalizaciones crean tópicos, pero rara vez definen la realidad. Son poco atinadas, tienden a las imprecisiones y hasta a los extremismos.

Es evidente que el cine es una de las grandes artes. Ver una buena película -incluida la de Bayona del "monstruo", francamente recomendable-, es gratificante, pero no todos tienen la misma percepción ante el cine, como ante el jazz o la música clásica.

Es cierto que hoy no hace falta ir a una sala de cine, puesto que pueden adquirirse las películas para visionarlas privadamente. Pero la atmósfera que revisten las salas cinematográficas cuando se acude a un estreno, en pantalla grande y junto a otros espectadores, tiene un encanto especial. Son acontecimientos que es preciso compartir en comunión, junto a otros aficionados interesados en ver lo que tú quieres ver. Es como presenciar un partido en el estadio o verlo en un televisor en casa. Puede ser muy confortable, pero carece de la emoción presencial.

Muchos habituales al cine lo son porque les cambia el día y transporta a otros mundos, pero también por la sensación de sumergirse en el guion junto a otros espectadores con los que comparten impresiones. Por eso se hace tanto cine del cine.

El reto de Bayona, y de los buenos directores españoles, no es quejarse de lo poco sensible que sea el mandatario de su país hacia sus creaciones, sino hacer películas capaces de disuadir a los potenciales espectadores de cambiar por ellas un partido de fútbol.

Rajoy, en este caso, transmitía la opinión de muchos ciudadanos, incluidos los cinéfilos, que quisieran que los directores españoles les pusieran en esa disyuntiva. No que tengan que flagelarse con dejar de ver el "partidazo" por el deber de ser sensible con lo nacional.

Porque el cine sigue siendo maravilloso, y una de las mejores formas de pasarse las tardes del fin de semana, cuando las películas transportan. Incluso para competir con el fútbol.

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