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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

La discreción de los jueces

Hace unos años, cuando había que elogiar la discreción de los jueces solía decirse que estos "solo hablaban a través de sus sentencias". El resto del tiempo permanecían serios y circunspectos y, excepto en el sancta sanctorum de la intimidad del hogar, no se permitían expresar opiniones que pudieran delatar orientaciones políticas o religiosas o poner en entredicho su imprescindible ecuanimidad. Claro que, eso fue antes de que apareciesen los jueces estrella, los jueces novelistas, los jueces del armario, y los jueces aficionados a meterse en política, o a dejarse caer con cierta frecuencia por las tertulias de la radio y de la televisión.

Tuvimos entonces una gran abundancia de jueces dicharacheros y lenguaraces y algunos de ellos se hicieron especialmente famosos como ocurrió en los casos de Baltasar Garzón y Elpidio Silva que acabaron expulsados de la carrera. Ahora, por ejemplo, tenemos en el candelero a otros dos exjueces a los que se asocia con el proceso soberanista de Cataluña. Uno se llama Santiago Vidal y ejercía como senador de Esquerra Republicana hasta que una indiscreción suya levantó tal polvareda que le obligó a dimitir. Y el otro, Carles Viver Pi-Sunyer, es un exmagistrado del Tribunal Constitucional que, al parecer, está dedicado en cuerpo y alma a preparar un documento que hará posible la independencia de Cataluña sin salirse nunca de la legalidad vigente (o como nos decían en el Catecismo respecto de la virginidad de María "sin romperla ni mancharla", tal y como atraviesa la luz un espejo).

El señor Vidal llevaba tiempo dando conferencias en las que hacía revelaciones sensacionales sobre ciertas actuaciones de la Generalitat como por ejemplo encargar a un "gobierno extranjero no europeo" la formación en materia de contraespionaje de los Mossos d' Escuadra. Un hecho que, de ser cierto, debería haber movido una actuación de la Justicia, pero como las declaraciones de Vidal no rebasaron nunca un ámbito de opinión muy reducido pasaron inadvertidas.

No fueron así las últimas en las que llegó a afirmar que el Gobierno catalán, además de haberse hecho ilícitamente con datos fiscales de los contribuyentes, estaba preparando una lista de jueces que pudieran apoyar una hipotética independencia. Declaraciones que adobó con este jocoso comentario dirigido al público: "Estáis todos fichados". La barbaridad trascendió y hubo de dimitir.

Caso distinto es el del señor Carles Viver, magistrado del Tribunal Constitucional entre 1992 y 2001 (los cuatro últimos años como vicepresidente), y ahora miembro destacado del Consejo Asesor para la Transición Nacional. Al parecer, el señor Viver se sintió muy dolido cuando sus compañeros de aquel alto Tribunal dictaminaron la inconstitucionalidad de algunos artículos del Estatuto de Cataluña sobre el que había volcado toda su sapiencia jurídica, y molesto por ello se pasó con armas y bagajes al bando de los independentistas.

El texto de ese documento milagroso que permitirá al pueblo catalán atravesar el mar Rojo camino de la Tierra Prometida aún no se conoce, pero tiene que ser una pieza excepcional. Amparar el referéndum y luego sustituir poco a poco la legalidad de la vieja España por la de la nueva Cataluña es tarea delicada. "De la ley a la ley", como dijo Fernández Miranda para facilitar el paso de la dictadura a la democracia.

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