Por los medios de comunicación alternativos (eso que se ha dado en llamar "redes sociales") se difundió un mensaje que alertaba sobre un inminente atentado terrorista en España durante los días de Navidad. Días, por otra parte, muy propicios a las aglomeraciones humanas con ocasión de compras en centros comerciales, celebraciones del nuevo año o cabalgatas de los Reyes Magos. En un primer momento, las autoridades quitaron importancia a ese mensaje atribuyéndolo a la acción de personas irresponsables, dieron garantías de que todas las medidas de seguridad estaban tomadas, y se remitieron a los informes de los servicios de inteligencia que indicaban que nuestro país no era objetivo inminente de grupos terroristas de inspiración islámica.

Pero, en una segunda instancia, y con el antecedente, muy próximo en el tiempo, del atentado de Berlín, donde un terrorista condujo un camión contra el gentío que acudía a un mercado callejero, cambiaron de actitud y decidieron anunciar refuerzos de las medidas de seguridad en las grandes ciudades, especialmente en Madrid y Barcelona. En la primera de ellas se incrementó en un 52% el número de efectivos con 1.900 agentes en la calle y vehículos, bolardos, maceteros y otros obstáculos para impedir ataques con camiones como sucedió en Berlín y Niza. Además del despliegue de helicópteros para mantener una vigilancia permanente desde el aire, patrullas por las alcantarillas, perros entrenados, y tiradores de élite con armas largas. Y en la capital catalana, un despliegue parecido aunque no se dan datos públicamente para no facilitar pistas a los posibles atacantes.

Con todo y eso, las autoridades reconocen que "la seguridad absoluta no se puede garantizar" aunque muestran su confianza en que el buen trabajo de las fuerzas encargadas del orden público permita que estas jornadas festivas se desarrollen con normalidad. Una normalidad relativa, claro está, porque no deja de ser causa de relativa inquietud que las autoridades de Interior califiquen la amenaza de un atentado como una broma macabra de personas desaprensivas para a continuación incrementar notablemente las medidas de seguridad en las ciudades más importantes. Unas medidas de seguridad, por otra parte, que ya estaban programadas con anterioridad al decretar una alarma de nivel 4 (alto riesgo) que es la más elevada de todas antes de activar la alarma número 5 que significa, nada menos que, la movilización del Ejército.

No sabemos, de momento, si los macabros bromistas lanzaron su mensaje en las redes sociales aprovechando la circunstancia de haber publicitado el Ministerio del Interior la programación de la alerta número 4 durante las fiestas navideñas o fue una coincidencia. En cualquier caso, la política de comunicación de ese departamento durante el mandato de Jorge Fernández dejó bastante que desear y puso en apuros al gabinete de Rajoy más de una vez. Pese a todo, no podemos olvidar que motivos para la inquietud ciudadana no sobran. En el periodo de tiempo que va del año 2015 al último tercio de 2016 hubo en España 83 detenciones de presuntos yihadistas en diversos grados de supuesta complicidad con actividades violentas. Y ese dato, amén del antecedente macabro del 11-M, tampoco ayuda a tranquilizar los ánimos. En aquella trágica ocasión también se había advertido sobre un atentado en Madrid. Sembrar el miedo siempre da mala cosecha.