Se van a cumplir nada menos que diez años de la fecha prevista para la inauguración de la Plataforma Logística e Industrial de Salvaterra-As Neves (Plisan) y en cueros sigue. El llamado a ser el mayor polígono industrial de Galicia y de la Eurorregión, gestado por Xunta, Zona Franca y Autoridad Portuaria de Vigo, va camino de convertirse, si no lo es ya, en paradigma de las torpezas e incumplimientos de quienes desde entonces hasta ahora han tenido el desarrollo de este erial en sus manos.

Solo se reacciona a rebufo, y, encima, levemente. Como ahora, que transciende por este periódico que el fabricante estadounidense de coches eléctricos de lujo y baterías Tesla Motors tiene ofertas en el Norte de Portugal para ubicar el próximo año su primera "gigafactoría" en Europa. Pero el sonrojo por la inoperancia les dura poco. Porque lo peor de tanta parsimonia es que todavía hoy, quince años después de alumbrado el proyecto, nadie se atreve a garantizar una fecha definitiva para su puesta en marcha.

La Plisan, también conocida como puerto seco de Salvaterra, se ideó cuando los empresarios gallegos denunciaban con énfasis la falta de suelo industrial y advertían de que o se buscaba pronto un espacio o las industrias acabarían yéndose a Portugal. Entonces no había ni un solo metro cuadrado disponible en el entorno de Vigo y todas las voces demandaban un nuevo polígono, estratégicamente ubicado, bien comunicado y lo suficientemente amplio para satisfacer las expectativas y necesidades del sur de Galicia de los próximos treinta años.

Pues bien, consumida ya la mitad de ese horizonte, el parque sigue todavía muy verde. En todo este trayecto, a la incapacidad de unos y de otros en la gestión pública -porque nadie se salva, da igual el color de las siglas- se han sumado la crudeza de una crisis que lo complicó todo aún más y los litigios con los propietarios del monte con los pleitos consiguientes. De manera que aquellas grandiosas expectativas de asentar a 400 empresas con 10.000 puestos de trabajo se han quedado en nada. Es más, tras los pleitos, su superficie se ha reducido a 3 millones de metros cuadrados y solo se trabaja en tener lista una extensión de menos de un millón para ir urbanizando el resto a demanda.

En todo este tiempo, otros se han beneficiado de tanto letargo e inoperancia. Si bien no es la única causa, la falta de suelo industrial ha sido uno de los principales detonantes de la deslocalización y el continuo desembarco de empresas en el Norte de Portugal. La ausencia de avances en Salvaterra ha ido en paralelo a la creciente mancha industrial al otro lado de la "raia", donde la oferta de terrenos, casi regalados, abunda, y las empresas se asientan atraídas por salarios "low cost", aunque eso sea arena de otro costal.

La comunidad gallega parte de una posición competitiva inferior en costes laborales pero superior en eficiencia y productividad aunque ello no sea suficiente. El éxito logrado con la adjudicación de los nuevos modelos de PSA viene a certificar tanto el buen hacer de nuestra automoción como, aquí sí, de las administraciones que supieron dar respuesta a las demandas planteadas. Pero lo ocurrido con Salvaterra evidencia las muchas zonas de sombra pendientes.

Como ahora con Tesla, en los últimos treinta años Galicia estuvo en varias ocasiones en el punto de mira de otros constructores de vehículos, pero ninguno de los proyectos llegó a cuajar. En los pasados años ochenta, responsables de Toyota visitaron la comarca de Vigo con el propósito de instalar una planta de ensamblaje de la marca japonesa, pero entonces la conflictividad laboral asociada a los años más duros de la reconversión naval frustró la misión. Y en el año 2000, el fabricante alemán BMW sondeó la comunidad para una factoría de coches. De nuevo la carencia de terrenos disponibles impidió que cuajase. Más recientemente, en 2009, fue Mitsubishi la que, por lo mismo y la inseguridad jurídica que afectaba a la Plisan, desistió de instalar en Salvaterra la mayor fábrica de baterías de litio de Europa, proyecto al que el "tsunami" de Japón de 2013 dio carpetazo definitivo al suspender la compañía las inversiones en el exterior.

Vistas así las cosas, el resultado es especialmente amargo porque evidencia las fortalezas y debilidades de Galicia a la hora de captar proyectos industriales de calado. La comunidad tiene un potente e innovador polo de automoción que garantiza las necesidades básicas de la industrial del motor, como lo rubrica la existencia de un clúster de empresas consolidado, compuesto por más de un centenar de firmas entre fabricantes de componentes, auxiliares e ingenierías, y articulado en torno a la planta de PSA de Vigo, a su vez pionera en Europa en el lanzamiento de coches eléctricos. A ello se suman centros tecnológicos de referencia internacional como el CTAG, Gradiant o Aimen, e infraestructuras logísticas estratégicas como el puerto y el aeropuerto de Vigo. Consciente de todo ese enorme potencial, la propia candidatura lusa utiliza como reclamo para atraer a Tesla su proximidad a Vigo.

Por el contrario, las carencias de suelo suficiente disponible y a buen precio donde verdaderamente se necesita continúan como una gran losa después de superada la etapa más cruda de la crisis. En los últimos dos años, más de una veintena de proveedores, entre ellos grandes multinacionales, han abierto plantas en el Norte de Portugal o anunciado ampliaciones de las existentes ante los lanzamientos en marcha en la factoría gallega de PSA.

En el caso de que Tesla decida replicar en Europa la megafábrica con que cuenta en EE UU, la corporación que lidera Elon Musk necesitaría al menos un millón de metros cuadrados para encajarla así como otros servicios básicos de accesos y comunicaciones. Al otro lado de la frontera, en Monçao, justo enfrente de la Plisan, el polígono empresarial Minho Park tienen más de 3 millones de metros cuadrados disponibles y en Valença están ampliando el suyo.

Sería imperdonable que una vez más puedan perderse oportunidades por no haber hecho las cosas a su debido tiempo. Pero ya no es cuestión de echarse las culpas unos a otros puesto que ni siquiera la coincidencia de la gestión en administraciones del mismo color político ha servido de mucho. Lo que apremia es introducir un cambio de rumbo profundo en el pilotaje de la Plisan e imprimirle velocidad de crucero para sacarla de una vez de tanto marasmo. Quizá poniendo al frente a un único gestor que lleve sus riendas con la doble estrategia de ponerla a funcionar y de anticiparse a captar empresas.

Todo menos seguir como hasta ahora con una gestión repartida en un tridente de administraciones que ha demostrado su ineficacia absoluta. Acertaría Zona Franca si situase entre sus objetivos el pelear por la posibilidad de articular y de extender la estructura de las ventajas fiscales de las que dispone este consorcio estatal a toda la Plisan, lo que sin duda tendría un efecto catalizador de primer orden a la hora de atraer a grandes fabricantes. Distintas instituciones en el país vecino emplean otras artes que sí parecen rayar la legalidad, como cuando venden suelo empresarial por debajo del coste sin que nadie intervenga para impedirlo. Lo que no puede prolongarse por más tiempo es que por falta de suelo donde realmente se precisa se dañe la competitividad de nuestras empresas.