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Una infradotación histórica

Un peón encargado, veinte operarios y un mecánico-conductor de la única camioneta disponible. Esta fue la plantilla del servicio de limpieza y recogida de basura que el Ayuntamiento aprobó en diciembre de 1939 para ponerse en marcha tras la Guerra Civil. Pero la mitad de las plazas no estaban cubiertas, en parte a causa de unos sueldos míseros que oscilaban entre seis y siete pesetas diarias.

A esa situación de penuria se sumó el racionamiento del consumo de gasolina que casi inutilizó el vehículo, por otra parte necesitado de reparación cada dos por tres en el taller del Gran Garaje.

El alcalde Hevia Marinas no tuvo otro remedio que acometer una adaptación del servicio a tan penosas circunstancias. Ese ajuste provocó un claro retroceso: de la tracción mecánica se pasó a la tracción animal y la recogida de basura se hizo de nuevo por medio de carros tirados de caballos.

Veinte años después, la situación no había cambiado mucho. Todo lo contrario. El crecimiento de la población había llamado a la puerta del Ayuntamiento para reclamar la mejora consiguiente. Un estudio técnico cifraba en veintiséis el número de operarios necesarios para realizar un trabajo adecuado. Sin embargo, algunos días el servicio solo contaba con nueve hombres operativos que no daban abasto ante tanto desecho y tanta suciedad.

El alcalde Filgueira Valverde encauzó la compra de un nuevo vehículo para la recogida de basura a mediados de 1962. La flotilla se compuso entonces de dos camiones y tres motocarros. Ante la dificultad para crear nuevas plazas promovió el pase voluntario a dicha plantilla de los agentes de Arbitrios, que se quedaron sin actividad propia. Pero el servicio continuó desbordado, pese a la incorporación de dos modernos camiones en 1965, a remolque de una ciudad que no paró de crecer.

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