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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El sol deja de ser gratis

Resuelto a tasarlo todo, el Gobierno de Portugal va a cobrar un impuesto sobre el sol a los propietarios de las casas más y mejor bañadas por la luz del astro rey. La idea, luminosa a todas luces, abre un peligroso camino a la tributación por el aire que los ciudadanos respiran gratis todavía. Y, lo que es peor, podría inspirar malos pensamientos al ministro español de Hacienda, Cristóbal Montoro, que anda buscando dinero hasta debajo de las piedras para cuadrar el presupuesto y enjugar el déficit.

Imponer un gravamen al sol es mucho más fácil que ponerle puertas al campo, como acaban de descubrir, asombrados, los contribuyentes portugueses. Su gobierno ha decidido subir hasta un 20 por ciento la revalorización de los pisos -y por tanto, su contribución fiscal- en función de la luz solar que reciban.

Se ignora si el cálculo tributario se hará sobre las horas de sol que recibe al año cada casa o sobre el ancho de sus ventanales; pero lo cierto, en cualquier caso, es que solo se van a librar del pago los que vivan en sótanos. No se salvan siquiera las viviendas sin vistas a la calle, en la medida que los rayos del sol llegan también a los patios interiores.

Dado que todo se pega, excepto la hermosura, mucho es de temer que la medida adoptada por el gobierno de la vecina República portuguesa tiente a sus colegas españoles a imitarla. En Portugal manda una coalición de izquierdas y aquí lo hace un Consejo de Ministros de derechas; pero ya se sabe que las ideologías son del todo accesorias cuando se trata de exprimir al contribuyente.

Sobra decir que el negocio sería redondo para las arcas del Estado en España, país que cimienta su economía en la venta de sol y playas a los millones de turistas extranjeros que cada año dejan aquí sus divisas.

Cierto es que las nubes protegerían del nuevo impuesto solar a las gentes del norte, donde los cielos suelen estar nublados durante buena parte del año. El agravio comparativo les tocaría a los habitantes de la parte meridional del país y no digamos ya a los de las Canarias, beneficiados por un clima extraordinariamente soleado que ahora se volvería contra sus bolsillos.

La que en realidad podría cobrar con mejores títulos cualquier derecho sobre el sol es la viguesa Ángeles Durán, que hace cosa de seis años lo escrituró a su nombre ante notario. La bola de fuego que sirve de centro a nuestro sistema solar llevaba cinco mil millones de años, o por ahí, dejada de la mano de Dios y sin dueño que mirase por ella, hasta que Durán decidió apropiársela.

La emprendedora gallega anduvo en litigios con otro paisano de A Coruña que a su vez aseguraba haber registrado el copyright del Universo; pero, pleitos aparte, se ha puesto ya a vender parcelas del sol al módico precio de un euro el metro cuadrado. Durán ofrece a los compradores un certificado de propiedad "elegantemente personalizado" y con plenos efectos jurídicos desde el punto de vista del Derecho Internacional (sección aeroespacial).

Desconocedor, quizá, de esta circunstancia, el Gobierno portugués se ha lanzado a la tarea de cobrar impuestos sobre el sol, que ya tiene dueña. Es de esperar que el asunto no acabe en los tribunales y, mejor aún, que el Gobierno de Rajoy no ceda a la tentación de imitar al de nuestros vecinos lusitanos. Se empieza por cobrar el uso del sol y se acaba por ponerle tasas al aire que respiramos.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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