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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tiempo

A la vista de la situación del sector lácteo gallego, ya nadie podrá disculparse

A estas horas, y a la vista de la situación del sector lácteo gallego, ya nadie podrá disculparse con un par de notas de protesta o el anuncio político de que se está en ello. Y no se podrá porque mientras el tiempo pasa, la enfermedad se está convirtiendo en agonía y apenas queda tiempo para poner en marcha los remedios: la fusión de cooperativas y la llegada de la empresa Good Leit para salvar la situación.

Y eso que queda expuesto no es producto de los nervios, el alarmismo o las ganas de incordiar. Es que, por ejemplo, alguien habrá de apurar, en la medida de lo razonable, a Good Leit para que acelere su proyecto, sus inversiones y su puesta en marcha de forma que al menos un porcentaje discreto de la producción lechera gallega tenga futuro. Y, por lo que respecta a las cooperativas fusionadas -de las que falló una- necesitarán que, mientras alcancen velocidad de crucero, las apoye alguien.

La Xunta y su conselleira encargada, están haciendo un esfuerzo notable -y loable- poniendo de su parte lo que corresponde. Pero además será preciso impulsar un gran movimiento de apoyo comercial e industrial que, sin atentar contra la libertad de mercado, trate de acortar el tiempo "standard" que se necesita para poner en marcha ese tipo de negocios. O sea, difundir la idea de que comprar leche producida en Galicia puede tener ventajas; es una cuestión de imaginación y de voluntad política, al alcance del Gobierno que preside Feijóo.

En esa línea, alguien habrá de obligar a las industrias que deben pagar a que paguen lo que deben; por ejemplo Hacienda, cuyo titular Montoro es tan ágil a la hora de flagelar las espaldas del contribuyente medio como lento con el rico. Y no es demagogia: es una sensación generalizada en el país entero. Y cuando se habla de la amnistía fiscal y las inspecciones, casi una certeza plena.

Y es que, llegados a este punto, no queda otro remedio que preguntar dónde queda ese discurso de la igualdad e interés que tanto se repite por todos los partidos, aunque unos sean más responsables que otros. Y por qué a los que cumplen con su obligación, a veces por error o a veces por confusión provocada por otros, se les sanciona con dureza abusiva mientras los defraudadores de verdad parecen salir impunes casi siempre.

Es evidente que ni las preguntas -que alguien miope calificará de interesadas- no tienen respuesta fácil, porque habría que desvelar oscuros rincones apenas explorados. Y también lo es que el problema lácteo no se puede resolver en un plísplás. Pero sí se puede, y se debe, exigir, que por fin se le haga la Justicia, que le corresponde.

¿O no?

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