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Dezcállar azul

Las incógnitas de Trump

El embajador de España analiza la 'tormenta Trump'

La tormenta Trump es de tal calibre que no hay más remedio que seguir hablando de él. Si sus primeras declaraciones han sido algo más moderadas, pues no insiste en meter en la cárcel a Hillary Clinton o ha rebajado a "dos o tres millones" el número de inmigrantes a deportar a corto plazo (antes eran once), el nombramiento como jefe del Ala Oeste de la Casa Blanca de un tipo como Stephen Bannon nos pone de nuevo los pelos de punta, porque que es un individuo que piensa que la violencia y la ira tienen un papel político importante, que hace comentarios misóginos y antisemitas y que se declara leninista en el sentido de compartir con él el objetivo de "destruir el estado". O sea que ha nombrado a un antisistema como uno de sus más estrechos colaboradores en el corazón mismo del sistema. El lobo al cuidado de las ovejas. Con este nombramiento, Trump confirma nuestros peores temores mientras que nos parecen falsas otras actitudes más moderadas, como si quisiera engañarnos, por ejemplo, con el nombramiento de Priebus como jefe de su Gabinete.

Estas elecciones han dejado un país muy dividido y muy polarizado, como muestran las manifestaciones de quienes no quieren reconocer a Trump como su presidente, que es lo que va a ser durante los cuatro próximos años como mínimo. Un amigo asistió el otro día en un McDonalds de Nueva York a una escena en la que los empleados le pedían a su supervisora permiso para quitarse del uniforme los letreros con sus nombres para no ser identificados como hispanos, porque les insultaban. O una individua ha enviado un mensaje diciendo que estaba harta de ver a "una mona con tacones" en la Casa Blanca. O esos niños mexicanos insultados en el comedor de su colegio. Es horrible. Trump ha destapado la caja de los truenos del racismo que Obama ha intentado tapar con más o menos éxito durante los últimos años. ¿Qué ejemplo son para los más jóvenes sus comentarios sobre las mujeres, los mexicanos, los periodistas, los gais o los jueces? No hay que olvidar que el presidente es lo que allí llaman un role model, esto es, un ejemplo a seguir. Pues ¡vaya ejemplo!

Los únicos que se alegran del resultado electoral son los populistas como Nigel Farage, que ha sido el primero en ser recibido en el palacio dorado y hortera que Trump tiene en Nueva York, el holandés Geert Wilders (cuyo tupé compite con el del propio presidente electo y sospecho que puede ser causa de futuras desavenencias), Beppe Grillo y Marine Le Pen, que salta de alegría porque cree que le ayuda en su carrera hacia el Elíseo para luego proponer el Franxit y referendos de salida de la UE para los otros 26 miembros restantes. Ya hay quién habla de una 'Internacional Liberal' en ciernes donde con el disfraz de democracia formal y sobre la base del fracaso del reparto de prosperidad en las democracias liberales de nuestro entorno, los periodistas serían amordazados y los jueces controlados, una perspectiva muy del gusto de los ya mencionados y de otros como Erdogan, Orban o nuestro mismo Pablo Iglesias. Se le ponen a uno los pelos como escarpias.

Se dice que quizás el sistema logre controlar los excesos de Trump, que las cosas no se ven igual desde un mitin que desde el Despacho Oval, que la realidad le moderará, que tendrá que distinguir entre los intereses de los EEUU y su ego mesiánico (con la leve esperanza de que quizás opte por los primeros), y cosas por el estilo. Habrá que esperar a ver de quién se rodea, aparte de sus hijos, y en especial a quiénes nombra como ministros de Exteriores, de Defensa y del Tesoro, aunque sin garantías porque su personalidad arrolladora es más proclive a imponer sin pensar que a escuchar con paciencia.

Lo que sí se sabe es que tendrá mucho poder porque controlará el Congreso y podrá hacer un Tribunal Supremo con dominio de los jueces conservadores. Sus ideas básicas de gobierno parecen ser la oposición a las alianzas internacionales (aislacionismo, rechazo del multilateralismo) y al comercio libre (proteccionismo), su admiración por líderes autoritarios, su negación del cambio climático, y una búsqueda de beneficios inmediatos en la actividad política, como si fuera un negocio. Todo esto puede acabar con años de búsqueda laboriosa de consensos y amenazar los fundamentos de la democracia liberal y multiétnica, mientras que su promesa de hacer la mayor bajada de impuestos desde Reagan junto con una fuerte inversión en infraestructuras auguran empleo pero también déficit e inflación. La guinda es su oposición a las políticas sociales de Obama en sanidad y educación.

A pesar de este enorme poder, Trump puede fracasar si las minas y factorías no reabren porque la globalización no es reversible, o si el racismo fractura la sociedad, o si Putin le engaña, o si Wall Street sigue haciendo de las suyas... No es improbable que suceda y entonces habrá más rabia y frustración en sus votantes, que se sentirán engañados.

Mientras se aclara el panorama, en Europa debe preocuparnos el ánimo que la victoria de Trump da a las fuerzas más populistas, insolidarias y estrechamente nacionalistas de nuestro continente, en una perspectiva de elecciones en los dos países más importantes, Francia y Alemania, sin olvidar el referéndum de Renzi en Italia. Ojalá España no sea el único país que por ahora le para los pies al populismo.

* Embajador de España

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