La última crisis económica ha acentuado un concepto vulgar pero con fuerza comunicativa, como es el que "vivimos por encima de nuestras posibilidades" y obviamente la consecuencia es que debemos ser austeros y reducir, recortar gastos que aparentemente son liberalidades e innecesarios y de forma poco consecuente se aplica recetas simples, hay que ajustar los números y no se puede gastar lo que no se tiene.

Lo cierto es que efectivamente en la Europa de después de la II Guerra Mundial la organización de la economía se basó fuertemente en el "estado del bienestar", debido a que conjugaba de forma casi perfecta la democracia, el bienestar social y el capitalismo. Como sociedades modernas, los países europeos con diferentes grados de intensidad han organizado su economía basada en un potente sistema de recaudación de impuestos y la aplicación de estos ingresos en dotar a los países de infraestructuras, acceso a la educación en igualdad de oportunidades, acceso a la sanidad y a un conjunto de instrumentos de salvaguardia de derechos y previsión social como son las pensiones, la protección del empleo y la asistencia social.

Ahora que nuestros representantes políticos abordan acuerdos de gobernabilidad y pretenden llevar a cabo políticas activas orientadas a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, estimo que es un buen momento para debatir sobre nuestro estado de bienestar, evaluar su salud y capacidad de perdurar en el futuro.

Ha habido importantes políticos de proyección internacional que con políticas liberales han pretendido deshacer poco a poco la estructura del edificio del bienestar construido en los últimos sesenta años, y a pesar de haber conseguido logros para estos intereses concretos, lo cierto es que de forma general se mantienen los principios inspiradores y al menos en España, los principales partidos gobernantes y los emergentes no cuestionan de forma estructural la existencia del estado del bienestar y si fuera así deberían hacer llegar a los ciudadanos sus razones por la que lo pretenden destruir.

La economía, que vive inmersa en una continua incertidumbre, gusta de contar con la previsibilidad para poder dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos y ello conduce al equilibrio económico que permite crear riqueza y retroalimentar el sistema. La paradoja económica lleva a que la reducción de impuestos planteada de forma simplista, no conduce al equilibrio económico, dado que la inflexibilidad de los gastos generará tarde o temprano un mayor endeudamiento público, por ello estimo que la gran fortaleza del estado de bienestar está en crear un cuerpo social y económico armónico que, con su capacidad de gasto, hace crecer mejor la economía.

*Economista