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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las doctrinas

Una de las reglas de oro de quienes se plantean en serio ganar las elecciones insiste, al decir de los especialistas en el sistema vigente, en anunciar que bajarán los impuestos. Justo al contrario de los que saben que no las ganarán, al menos pronto, y que camuflan su déficit de éxito en la prédica de que "dicen la verdad" asegurando que su objetivo es redistribuir mejor la riqueza; algo que casi nadie se cree, y por eso se produce la derrota.

Esa doctrina, que conste, no siempre se aplica talcomo por los vencedores. Y dos ejemplos contrarios y consecutivos justifican la afirmación; uno, el del socialista Zapatero, que hizo -en casi todo- lo contrario de lo que programó, incluyendo una reforma laboral inútil. Otro, el de Rajoy, que justificó en la "herencia" el incumplimiento de cuanto aseguró que haría en materia fiscal; y ya se verá si, caso de repetir en Moncloa, no tendrá que hacerlo de nuevo por exigencia de la UE.)

Caso diferente, por ahora, es el de Galicia, donde la Xunta -a través de una intensa campaña de propaganda-, trata de convencer a los contribuyentes de que aquí no sólo bajan los impuestos sino que sube la inversión, al menos en obras sociales. El fundamento básico de esa tesis es el alza en la recaudación, como en las promesas del Gobierno en funciones, pero hay demasiados matices -por eso la Economía no es una ciencia exacta- como para aceptarlo sin más. Sobre todo cuando se ve que, a pesar de la mejora, el nivel de vida está aún lejos de la época antecrisis.

Ocurre, según varios expertos, que el ejecutivo que preside Núñez Feijóo ha suscrito una variante que algunos llaman "doctrina Montoro" y que consiste en disparar primero y preguntar después, O, expuesto de otro modo, investigar manejando los laberintos legales -y a veces contradictorios- que permiten sancionar, obligan a pagar y, si hay éxito en el recurso, a devolver tras mucho tiempo.

Es un sistema que, en principio, permite cuadrar mejor las cuentas y por tanto aparenta una buena gestión de los gobernantes y mejora sus perspectivas electorales. Aunque, para no pocos ciudadanos que la padecen, esa doctrina es más que discutible desde el punto de vista ético y estético.

En todo caso, esa puede ser otra historia. Pero es el momento de la reflexión, de introducir conceptos nuevos de moral social -y fiscal- si de verdad se pretende mejorar las cosas, luchar en serio contra el fraude y aplicar auténtica justicia distributiva en vez de doctrinas que castigan más al que cumple que a quien infringe. Y eso empieza por no hacer trampas ni en la propaganda ni en las cuentas o balances, sean o no tiempos de elecciones.

¿Eh...?

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