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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El fútbol y la política

Sigo por televisión -como tantos millones de personas- las incidencias de los campeonatos de Europa de selecciones nacionales de fútbol que se celebran en Francia. En esta ocasión, el desarrollo del torneo ha coincidido con la campaña del referéndum sobre la posible salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y con las elecciones legislativas en España. A los políticos no suele gustarles este cruce de acontecimientos en la medida en que el estado de ánimo de la ciudadanía con derecho a voto pudiera verse influida por el resultado de los partidos.

Un triunfo glorioso de nuestra selección nacional propicia el optimismo y una derrota humillante nos sumerge en una tristeza inconsolable. Y no es lo mismo arrimar oportunistamente la imagen de un dirigente político al éxito de una escuadra vencedora que verse mezclado con ella y con su entrenador en el momento doloroso en que se produce el reproche general. (Todos sabemos que los que defraudan las expectativas que hemos depositado en ellos han de purgar el disgusto que nos han hecho padecer no cumpliéndolas).

Pero además de eso, la gran cita del fútbol europeo está condicionada por una amenaza terrorista de procedencia inconcreta que ha obligado al gobierno francés a desviar parte de la fuerza policial ocupada en combatir la durísima protesta sindical contra los recortes laborales y sociales, a la custodia de los estadios y de las masas de aficionados violentos que los frecuentan.

Hubo peleas salvajes entre rusos e ingleses, y las autoridades, como medida de prevención, se vieron obligadas a prohibir la venta de alcohol en los alrededores de los campos donde se celebraban los partidos. Una medida que no resultó de todo eficaz dado que entre los patrocinadores del torneo se encontraban algunas firmas de fabricantes de cerveza a los que no se podía frustrar el negocio. El panorama circundante no es, desde luego, el más propicio para una cita deportiva de alto nivel, pero el programa se desarrolla contra viento y marea porque desde los sucesos luctuosos del estadio de Heysel, sabemos que para suspender un partido de fútbol de especial interés debe de producirse una hecatombe apocalíptica. Y en medio de esa tempestad navega con rumbo firme la selección que dirige el marqués Del Bosque, castellano pragmático que ha hecho de la prudencia su estilo de vida.

El seleccionador español supo sortear la polémica sobre el titular de la portería, pese al supuesto escándalo sexual en el que se quiso involucrar a De Gea, y ha logrado clasificar al equipo para la fase siguiente. La gente, de momento, está tranquila aunque no faltaron dirigentes políticos que quisieron interferir. Por ejemplo, el presidente en funciones señor Rajoy, asiduo lector de prensa deportiva, sacó a pasear sus profundos conocimientos en la materia haciendo notar que el equipo español no tiene mucho gol (justo la víspera de ganar un partido por tres a cero). O, por ejemplo, el candidato socialista, señor Sánchez, que se manifestó partidario de sustituir a De Gea ante las sospechas de una conducta supuestamente irregular. Preguntado Del Bosque sobre esa postura replicó: "Nosotros no hemos venido aquí a ganar votos sino partidos". Mucha correa tiene este hombre. Si llega a ganar su segunda Eurocopa al marquesado habría que añadir Grandeza de España.

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