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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tapón

Así que, si las encuestas fueran profecías, habría que convenir en que sus autores visitaron todos a la vez al mismo oráculo: coinciden en la inmensa mayoría de sus presagios. O sea, consagran la idea de que el sistema español sigue siendo bipartidista, pero menos; es decir, los trasvases de votos que unos se hacen a otros mantienen la ficción de que las cosas han cambiado, pero en realidad ese cambio es escaso. Y quien lo dude que mire a la derecha y verá como siempre al PP, mermado por dos circunstancias: una, el "tapón" que constituye la presencia como candidato de Mariano Rajoy, un más que aceptable gobernante pero un menos que regular aspirante; otra, que parte de sus votos se han ido a la nada política que se llama Ciudadanos.

Por la banda izquierda pasa algo parecido aunque aritméticamente distinto. Si los pronósticos se cumplen talcomo, Iglesias y su coalición superarán claramente al PSOE, y ese aumento se debe seguramente a una doble circunstancia: la alianza misma con IU y la fuga de apoyos que la bisoñez y la mediocridad del aún dirigente del PSOE Pedro Sánchez supone para unas bases socialdemócratas que han creído las promesas de Podemos.

El resultado, pues, va a depender de los bisnietos de Pablo Iglesias -el otro-, porque son los únicos que pueden dar un gobierno u otro a estribor o a babor. Claro que, cumpliendo la ley de Murphy, todo lo susceptible de empeorar, empeora, y por tanto el papel decisivo que puede jugar el PSOE no depende ya de su candidato sino de quienes le manda a él, que son los miembros de un comité federal estreñido y dicen, también los de un Ibex 35 acojonado. De eso y de algún detalle más que veremos en estos días pende el futuro de una España a la que políticamente hablando nadie entiende desde el exterior.

Queda tiempo todavía para que quienes no lo tienen claro despejen dudas, y para que los que hubieren decidido no votar cambien de opinión y hagan lo que quieran a la hora de depositar la papeleta, pero emitiéndola. Porque si alguna vez hubo que confiar en el propio criterio y hasta en el instinto es esta: lo que hay en juego no es ya el seguir como hasta ahora, que no era para echar cohetes, sino el empeorar o radicalizarse. Y de esto último hay ya suficientes ejemplos en la historia de uno de los más viejos estados de Europa.

Y, como, por lo que a Galicia respecta, las perspectivas, aunque diferentes, pueden contagiarse de lo que pase el próximo domingo. Cierto que aquí los candidatos son otros, sus perfiles del todo diferentes, pero sus resultados no se alejan demasiado. Es verdad que supieron explicarse algo mejor, y que Feijóo no es Rajoy y, desde luego, Leiceaga Iglesias, pero conviene no olvidar que el peso de los liderazgos es tan volátil como el de los votos.

¿O no?

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