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Profesor Titular de Economía Aplicada y miembro del grupo GEN de la UVigo

Cambiar todo para que (casi) todo siga igual

Quizás la frase más conocida de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, uno de los literatos italianos más importantes sea que "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". La verdad es que con todo esto de la selectividad y la reválida ha pasado algo muy parecido. Se habían anunciado muchos cambios, pero al final, no hay casi novedades.

El pasado viernes finalizaron las pruebas de selectividad y lo que suponía que iba a ser un cambio de modelo de evaluación, al final ha quedado cuanto menos en una reforma muy descafeinada. En la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) se diseñaba una prueba evaluación final del bachillerato única para toda España, que siguiese los mismos criterios y tipo de exámenes, con independencia de la Comunidad Autónoma (CA) donde se examinase el alumno. Sin embargo, el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) ha abandonado este objetivo y, aunque el marco general de esta prueba será determinado por este departamento, cada CA será la responsable de elaborar los exámenes, fijar los tribunales, fechas y procedimiento de revisión. Seguro que le suenan mucho este sistema. Es el mismo que se aplica con la selectividad. Nada ha cambiado.

En cuanto a las materias objeto de examen, pocos cambios. De nuevo, y con independencia de la rama de estudio cursada, habrá que examinarse de las materias troncales, de dos opcionales y una específica, a elección del estudiante. Lo mismo que con la selectividad. Suma y sigue.

En segundo lugar, todos los intentos por diseñar unas pruebas de reválida basadas en los tipos test han fracasado. En el borrador del MEC se establecían tres bloques, con un total de 350 preguntas tipo test, correspondiendo 200 a las materias troncales, 100 a las optativas y 50 a las específicas. ¿Qué ha pasado al final? Pues que se seguirá apostando por el sistema actual, basado en preguntas con respuesta de desarrollo, comentarios de textos o resolución de problemas numéricos que sí permiten la evaluación del aprendizaje de competencias, cuestión que en el tipo test resulta mucho más complicado, ya que exige un trabajo de diseño mucho mayor. De nuevo, seguimos con un modelo similar al actual.

En relación a la calificación obtenida, más de lo mismo. Será sobre 10, aunque aquellos alumnos que deseen más nota deberán presentarse a un examen con más materias, hasta llegar a los 14 puntos. De nuevo, nada cambia.

Además, si bien la Lomce establecía la posibilidad de que cada campus universitario organice sus pruebas de acceso, como sistema de selección de su alumnado, las universidades no están por la labor. Una de las justificaciones argumentadas es tratar de evitar que los alumnos tengan que presentarse a diferentes pruebas en cada uno de los centros a los que deseen optar. Esto, además de la necesidad de preparar varios tipos de pruebas, implicaría un importante coste económico a alumnado, que no todos podrían soportar. A lo anterior hay que añadir que no se ha consensuado lo suficiente este sistema de pruebas específicas con las universidades.

Teniendo en cuenta este panorama la "nueva" reválida más que un sistema rupturista con la selectividad, será su heredera. Para algunos, un clon de la selectividad. Esto significa que todos los cambios que se pretendían introducir han quedado, prácticamente, en nada. Lo único que parece que va a cambiar -si la Lomce no se modifica o deroga- es que si no se supera la reválida no se obtendrá el título de bachillerato.

Ahora bien, esta modificación no va a suponer unos resultados muy diferentes de los actuales, al menos, a corto plazo. El 90% del alumnado que se presenta a la selectividad, aprueba. Además, en 2017, la reválida se considerará como prueba piloto, de forma que si no se supera, al menos para el año que viene, se podrá seguir obteniendo el título de bachiller.

Visto lo anterior y ya que el panorama que nos espera es prácticamente el mismo, tras dos años de intenso debate, la reválida nace con los mismos problemas que la selectividad: excesivo (para algunos) número de aprobados, exámenes diferentes en función de dónde se examine el alumno, falta de adecuación de la prueba a la titulación a la que se pretende cursar o un reducido peso en la calificación final de la materias optativas y específicas ¿Ha sido necesario esperar tanto para tener una prueba idéntica a la actual? ¿No hubiera sido mejor haber escuchado a la comunidad educativa y haber optado por un sistema que evitase estos problemas?

Permítanme la licencia académica, pero creo que la reválida no ha superado, incluso antes de presentarse, la convocatoria ordinaria y ahora debe examinarse en la convocatoria extraordinaria que salga del nuevo escenario político tras las elecciones del 26 de junio. Tempus temporis (tiempo al tiempo).

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