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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El papel

Visto y comprobado que los discursos postcongresuales de los partidos apenas alcanzan los límites de la cortesía entre vencedores y vencidos y que solo dejan claro que aquellos mandan y estos obedecen o renuncian, hay que concluir que el PSOE gallego no ha supuesto novedad. Al contrario, la primera decisión importante ha sido la renuncia del portavoz parlamentario o candidato derrotado, José Luis Méndez, a ese cargo y ha abierto la primera vacante entre los meritorios de Leiceaga, que no eran muchos en la Cámara pero que ahora se multiplicarán y no han de faltar los que aspiren al relevo.

Queda dicho que no cabía esperar otra cosa. Primero porque la condición humana es la que es y, segundo, porque la llamada "democracia " de los partidos solo funciona comunmente en su primera fase, que es la de las votaciones, y a partir de ahí se convierte en doctrina cuartelera: el que manda, manda, y los demás a obedecer y dar tabaco. Todo queda bajo el manto decisorio del "aparato" e incluso la elección de los cargos está dirigida. Por eso los "oficialistas" dejan tan poco sitio a los que quieren relevarlos que casi siempre ganan. Ellos o los que digitalmente son designados por los que de verdad mandan que, en este caso, también es Madrid.

Esta situación, común en todos los partidos, es la que primero debería modificar el nuevo gobierno, sea el que sea, además de la Ley Electoral. Es poco previsible, porque como ambas benefician al poder, el que lo tiene no está nunca dispuesto a añadir elementos al riesgo de perderlos; por eso aquí, en cuarenta años, apenas se ha movido una letra de esas y otras normas. Como dicen los desconfiados, "por si acaso".

Volviendo al caso del PSOE gallego y el señor Méndez, cumple destacar su coherencia personal, tan escasa en estos tiempos. Y es una pena que se pierda, al menos en primera línea, uno de los oradores más brillantes de la Cámara gallega, aunque en los últimos tiempos, quizás cumpliendo órdenes, fue más parlanchín que portavoz y ejerció, como tantos otros, más el insulto y la descalificación que el control del gobierno, la crítica razonada y razonable y la exposición seria de alternativas.

Ocurra -opinión personal, por supuesto- o no, cabe añadir una cosa antes de que Méndez sea relevado por alguno de sus compañeros/as expertos en la descortesía y el bandidaje dialéctico: los tiempos que vienen exigen para Galicia no tanto utopías cuanto realidades, y antes acuerdos que choques y enfrentamientos. Si alguien cree que para eso es urgente la afinidad en lo esencial que se fije bien en lo que pasa a su alrededor, en A Coruña, Santiago y sobre todo Ferrol, que es un carnaval político, cuando no un vía crucis para muchos de sus habitantes.

¿Verdad?

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