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Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

Regeneración perdida

"Somos los Estados Unidos de Amnesia. No aprendemos nada porque no recordamos nada", dijo una vez Gore Vidal mientras se quejaba de que sus compatriotas permitieran que la historia se repitiera una y otra vez en su país. Los políticos también apelan a la mala memoria para justificarse. Muchos no recuerdan "con exactitud" si financiaron campañas con dinero público, o si recibieron sobres con cash, o si participaron en sociedades "offshore" en Jersey y Bahamas. Cuando uno miente o se contradice, como le ocurrió al ahora exministro José Manuel Soria, se recurre al prolongado tiempo transcurrido desde que el infausto hecho aconteció: "¡Veinte años después cómo me iba yo acordar!". Olvida Soria que ahora, gracias a nuestra máquina de la regeneración (y a los papeles de Panamá), podemos viajar al pasado.

Amanecemos un día, por ejemplo, y nos encontramos en la portada del periódico a Mario Conde detenido. Comprobamos las fechas y confirmamos que estamos en el año 2016. El ex banquero debe ingresar (¿otra vez?) en prisión. Sospecho que el déjà vu inquietó a muchos lectores. A uno le viene a la mente Banesto, los años noventa, la cultura del pelotazo, las apasionantes obras de Jesús Cacho, las series de J.J Abrams. Sin embargo, tiene mucho más sentido de lo que parece. Ocurre que la regeneración ("reconstrucción que hace un organismo vivo por sí mismo de sus partes perdidas o dañadas") tiene efectos secundarios. Es un proceso complejo en el que intervienen muchos factores, externos e internos, y pueden surgir algunos fallos, entre los cuales se encuentra el de regresar al punto de partida. Un giro de 360 grados.

Algunos, por decirlo de alguna manera, se pasaron al regenerarse. Tan cómodos se sentían así de trasformados que pensaban que debían ser ellos los encargados de liderar la regeneración nacional. Escribieron libros sobre el tema, se convirtieron en tertulianos y se presentaron a las elecciones. Hubo uno, incluso, que se pasó por todos los platós de televisión pronunciando discursos contra la corrupción y luego resultó ser un gran corrupto. Pero ¿quién iba a saber mejor que él lo que era corromperse? Solo se le olvidó incluir su nombre entre los acusados. Este es otro de los efectos de la regeneración: el regenerado habla en tercera persona, nunca en primera persona, al menos que sea para reivindicar su propia regeneración.

La perversión política de la semántica y la apropiación indebida de algunos vocablos han provocado estos sucesos extraños, los cuales todavía están siendo investigados por los jueces, la policía y los periodistas. No es que la historia se repita como farsa: son los mismos protagonistas del pasado usando la terminología del presente, manipulándola, haciéndola suya, abusando de ella hasta que pierde su significado original. En un territorio donde reina la confusión, los regenerados pueden perderse con más facilidad entre las multitudes al asumir el discurso dominante. Tomemos nota. Repasemos la hemeroteca. Analicemos cuidadosamente sus declaraciones. Cambiemos.

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