En España seguimos sin formar Gobierno. Pero desde fuera nos observan y examinan. Y se preocupan. A pesar de la mejora de la coyuntura, no estamos consiguiendo embridar el déficit. Tenemos un problema estructural que hay que atajar. Nos hemos equivocado anticipando rebajas fiscales y renunciando a una reforma fiscal que reparta mejor las cargas tributarias, para que paguen más los que hoy tributan menos. A España no le sobran ingresos, si es que realmente se quiere contar con una cartera de servicios públicos amplia y de calidad.

Es verdad que tenemos margen para hacer las cosas de otra manera en el lado del gasto. Pero no tanto para recortar, como para mejorar la eficiencia de ese gasto. En particular, existen áreas en las que podríamos conseguir mejores resultados si redefiniésemos las políticas públicas (por ejemplo, en educación). Y, por supuesto, ganaríamos mucho dotando de mayor flexibilidad de gestión a muchos departamentos públicos; o introduciendo incentivos para ganar en la calidad de los servicios. Pero no nos engañemos. El margen que tenemos por esta vía para reducir el déficit es menor que la que existe por el lado de los ingresos.

Es verdad que un gobierno en funciones tiende a ejecutar en menor grado el presupuesto y que ello puede ayudar a contener el déficit en 2016. Pero, en sentido contrario, un gobierno en funciones está muy limitado para reaccionar y presentar una estrategia fiscal coherente y solvente, que nos permita comprar tiempo para retornar al 3% de déficit. Una estrategia fiscal que, y esa es mi opinión, tiene que situarse entre la que el Gobierno del Partido Popular había proyectado hasta 2018 y la que Podemos propone en su programa electoral. Los partidos que finalmente consigan sumar suficientes escaños, sea ahora o tras unas nuevas elecciones, van a tener que centrar su pacto en esta cuestión. Nos va mucho en ello.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP