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Gerente de Innovación en Everis

¿Nos interesa la ciencia y la tecnología?

¿Son importantes para una sociedad los avances científicos y tecnológicos? ¿Impacta positivamente en la economía de las naciones tener una base de empresas de innovación y transformación digital? Si la respuesta a ambas preguntas es sí, debemos cuestionarnos una tercera: ¿y se puede conseguir esto sin talento y profesionales bien formados en este ámbito?

Porque esta es la situación a la que se enfrentan muchos países de Europa, incluida España. La conocida como falta de vocaciones STEM (del acrónimo inglés para Ciencia, Ingeniería, Tecnología y Matemáticas), que ha llevado a la Comisión Europea a estimar en casi 900.000 el número de puestos de trabajo del ámbito tecnológico que quedarán sin cubrir en 2020. Por algún motivo, el número de jóvenes que inician estudios de ingenierías TIC, física o matemáticas ha ido descendiendo hasta el punto de generar una brecha entre la oferta y demanda laboral. Y Galicia no es una excepción: en el curso 2013-14 los estudiantes matriculados en las principales carreras STEM no suponían ni el 9% del total de alumnos.

Es realmente sorprendente encontrarnos con esta realidad, cuando estamos en un mundo cada vez más digital y tecnológico. La tecnología lo está cambiando todo, está presente cada vez en más ámbitos, y transforma la sociedad en la que vivimos, la manera en que nos relacionamos y comunicamos y, por supuesto, los negocios y empleos. La mayor compañía de taxis no tiene vehículos propios (Uber), los grandes canales de contenidos no producen ninguno de ellos (Facebook/Youtube) y el líder mundial en alojamiento no dispone de ningún edificio (Airbnb). Desde la Singularity University, fundada por importantes expertos de la NASA, Google o Autodesk, apuntan que estamos entrando en una fase de crecimiento exponencial de muchas de las tecnologías con mayor potencial de transformación (inteligencia artificial o biotecnología, por ejemplo), lo que hará que los cambios sean cada vez más frecuentes y rápidos.

Todo esto nos llevará a que, independientemente del ámbito profesional al que nos dediquemos, la tecnología va a estar muy presente y va a ser necesario en mayor o menor medida un dominio y competencia digital para cualquier profesional. Además, los retos y debates alrededor de estos avances y cambios en nuestra sociedad exigirán a la ciudadanía una reflexión y participación que sólo podrá darse desde una adecuada educación científica y tecnológica. Por tanto, tanto desde un punto de vista práctico y económico, como desde un punto de vista de participación ciudadana, es necesario afrontar el reto de esta aparente desafección de los jóvenes con la ciencia y la tecnología.

¿Y dónde están las causas de la falta de vocaciones STEM? Diversos estudios realizados sobre esta cuestión nos apuntan algunas de las claves, y entre ellas un primer problema es la falta de autoconfianza de nuestros jóvenes. En muchos casos, incluso a pesar de contar con buenos expedientes académicos, los alumnos desde edades muy tempranas no se sienten capaces de cursar estudios del ámbito científico y tecnológico. Y esta percepción de su propia capacidad se construye en muchos casos a partir de los comentarios que, sin darnos cuenta, emitimos como padres o educadores. La mayoría de los alumnos con baja autoconfianza para cursar STEM perciben que bien sus padres o sus profesores no les creen capaces de tener éxito en este ámbito. Caemos con facilidad en ideas como "no se le dan bien las mates" con niños y niñas desde muy temprana edad, o que determinados estudios "sólo son para genios", y eso tiene un gran impacto.

Por otra parte, es muy preocupante observar que esta falta de "vocaciones" no se da por igual en todos los entornos. Resulta especialmente acusada en jóvenes procedentes de familias desfavorecidas, con menos recursos económicos y un menor capital cultural, y por tanto estamos ante una brecha social que no se explica por preferencias o capacidades, sino por oportunidades.

Mayores diferencias observamos en el caso del género: menos del 10% de los estudiantes de ingenierías TIC en Galicia son chicas. Y las cifras para la mayoría de países europeos son similares. Los estereotipos de género en el ámbito tecnológico todavía prevalecen, siendo consideras las ingenierías como profesiones masculinas por los propios alumnos de secundaria, y todavía una mayoría de padres y madres ven a sus hijas más capaces para los estudios de humanidades y ciencias sociales que para los de ciencia e ingeniería, al contrario de lo que piensan de sus hijos.

Cambiar esta situación nos implica a todos, y debemos ponernos a ello con determinación.

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