El envejecimiento demográfico es un problema grave para la sociedad y la economía gallegas. Una sociedad envejecida es menos dinámica y más conservadora; se disparan los costes de sus programas de gasto sanitario, dependencia y pensiones; acaba siendo más vulnerable y dependiente. El año pasado, el Foro Económico de Galicia, en colaboración con el Círculo de Empresarios de Galicia, publicó un completo documento al respecto, bajo el título: ¿Qué futuro demográfico nos agarda e cómo pode incidir no noso benestar? Dado el carácter estructural del problema y la lentitud con la que cambian los parámetros demográficos, el estudio sigue siendo plenamente válido y a él me permito remitir al lector. El documento es de acceso libre y gratuito en la página web del Foro: www.foreconomicodegalicia.es.

De forma complementaria, en las páginas de Faro de Vigo, en varias columnas a lo largo de los últimos meses, he incidido en el orden de relevancia de las medidas y políticas en este frente. Primero, el empleo. Segundo, la conciliación laboral. Tercero, los servicios públicos (guarderías, comedores, servicios de madrugadores?). Y cuarto, los apoyos fiscales y los cheques bebé; que son útiles para mejorar el trato fiscal de las familias con hijos con respecto a las que no lo tienen, pero que solo si el importe fuese muy alto (muy por encima de las cifras que se manejan hoy en España) tendrían un efecto claro sobre la natalidad. A partir del diagnóstico anterior y otros disponibles, lo que tendríamos que conseguir es acuerdos parlamentarios en el Hórreo para definir una política autonómica de duración mínima de una década, hasta 2025.

El sistema de pensiones contributivas se queda al margen de lo anterior. Primero, porque se trata de un sistema no descentralizado (la famosa caja única) y, por tanto, vamos en el mismo barco que el resto de los españoles. Y segundo, porque se han hecho ya profundas reformas en pos de su sostenibilidad financiera; en 2011 y 2013. De hecho, de las más intensas aprobadas en la Unión Europea en los últimos años ¿Debemos estar tranquilos en este frente? Depende lo que entendamos por tranquilos. Las reformas buscan el equilibrio financiero del sistema ("habrá dinero para pagar las pensiones"), pero lo hacen por la vía de acotar el gasto, a través de varios mecanismos. En esencia: retraso en la edad de jubilación, efecto escalón y mínima actualización de la pensiones. El efecto escalón hace referencia a que, de manera progresiva, la distancia entre el último salario o ingreso del autónomo y la primera pensión va a crecer. Y va a crecer mucho. Lo que hoy le pasa a los asalariados de ingresos más altos por la existencia de una pensión máxima, le pasará a la mayoría de trabajadores. Por tanto, tendremos pensiones que, para una mayoría creciente de ciudadanos, será muy inferior a su último salario y que crecerá muy poco.

Ante este escenario caben dos estrategias. La primera, colectiva, es dar marcha atrás en las reformas y hacer pivotar sobre los ingresos la sostenibilidad del sistema. Que sean impuestos los que paguen una parte de las pensiones. La segunda, individual, ahorrar más para la jubilación; para que no se note ese efecto escalón y que se pueda asumir un crecimiento de las pensiones a ritmo bajo. Aquí entran en juego los planes de pensiones privados complementarios y herramientas financieras similares. Personalmente, creo que hay espacio para una reforma más equilibrada del sistema, que sea menos dura para los pensionistas futuros. Pero, en el mejor de los casos, solo se dará una marcha atrás parcial. Y el ahorro para la jubilación, en un escenario con esperanza de vida creciente, ganará relevancia y necesidad.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP