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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Cortegada para los carrilexos

Está claro que la recuperación de Cortegada para uso público hace ocho años satisfizo a muy pocos de forma plena y a quien menos, a los vecinos de Carril que son quienes durante cien años solo han podido mantener esa posesión de forma sentimental porque se la usurparon a la fuerza. Y lo dicen ellos.

En Carril hablar de donación de la isla al rey Alfonso XIII para su residencia de verano era tema tabú y que el monarca la dejase en el testamento a su hijo Juan de Borbón, otro desafío por el que se embolsó 60 millones de pesetas de las de entonces cuando una inmobiliaria la compró para urbanizar este archipiélado y hasta dotarlo de un puente.

Contra este afán especulativo han peleado denodadamente los vecinos de Carril, que nunca han perdido el contacto con la isla, al que tienen como ese paradisíaco reducto al que todos acuden en los momentos buenos y malos de la vida. Incluso a llorar las penas.

Así lo recuerdan las voces más autorizadas de la localidad. Agustín Iglesias y Ricardo Otero tienen más razón que un santo. Que la isla carrilexa se gestione desde la distancia, casi en abstracto, por un ente llamado Illas Atlántico, en absoluto promueve la idiosincrasia, las peculiaridades del territorio y su relación natural con los vecinos.

Los carrilexos no quieren que Cortegada sea simplemente un marco fotográfico de inmenso valor. El pueblo tiene derecho a recuperar su intrínseca y directa relación con un territorio que les pertenece por derecho propio desde tiempos inmemoriales.

Carril no luchó tanto tiempo para recuperar solo el uso público conseguido cuando la expropió la Xunta tras años de litigio con la inmobiliaria compostelana.

El planteamiento es mucho más profundo, en tanto que Cortegada formó parte de las raíces y de sus genes durante muchos siglos y no solo era su refugio sino que formaba parte de su patrimonio. Allí han nacido, vivido y muerto muchos de sus antepasados.

Carril se merece la devolución de Cortegada en el sentido más amplio de la palabra, lo que no es óbice para que Illas Atlánticas deje de abrazarla con medidas de protección.

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