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Joaquín Rábago.

Der Spiegel recomienda "quebrar" Volkswagen

Volkwagen, el consorcio automovilístico alemán responsable de un fraude de proporciones gigantescas por el trucaje de sus motores, ha crecido demasiado y el semanario Der Spiegel propone "quebrarlo" como manera de salvarlo.

La incorporación de diferentes marcas de automóviles, camiones e incluso motocicletas -Audi, Skoda, Seat, Volkswagen, Lamborghini, Bentley, Bugatti, MAN y Scania o Bugatti- ha convertido a la firma de Wolfsburgo en un gigante difícil de gestionar pero también de controlar.

Y cuando se juntan megalomanía y modos dictatoriales, como parece haber sido el caso en Volkswagen, la catástrofe es más que probable, señala la revista en un comentario editorial.

La mayoría de las marcas incorporadas al consorcio lo fueron en la etapa de Ferdinand Piëch, predecesor de Martin Winterkorn, el hombre que estaba a la cabeza de VW cuando estalló el escándalo. Y ambos se comportaron como dictadores, intolerantes de cualquiera que los contradijese.

Los nuevos modelos diésel debían contribuir al crecimiento del grupo en el gran mercado estadounidense, pero los motores no cumplían las rigurosas regulaciones sobre emisiones de aquel país y en vez de confesar el fallo a su jefe, los técnicos optaron por trucar los motores mediante el correspondiente "software".

En Europa ocurrió algo parecido: los nuevos modelos dotados de tecnología especial para disminuir tanto el consumo de combustible como las emisiones de CO2 tampoco cumplieron lo prometido, y los responsables optaron por engañar a los consumidores en lugar de confesarle la verdad a la dirección.

Todo eso no se explica únicamente, dice la revista, por el miedo de los subordinados al "dictador" al frente del grupo, sino que tiene que ver con una "cultura del engaño, igual que en Siemens hubo una cultura de corrupción".

Der Spiegel pone en duda, entre otras cosas, la idoneidad del jefe de compras, el español Francisco Javier García Sanz, por ciertas relaciones de negocios para continuar en el consejo de administración del grupo, lo que sería impensable en otra empresa que "valorase una gestión correcta".

Otro español también director de compras, José Ignacio López de Arriortúa, tuvo en su día problemas con la justicia tras ser acusado de fraude y espionaje industrial por General Motors después de que se pasara a VW con documentos confidenciales del fabricante estadounidense.

El semanario acusa a VW de no tomar medidas cuando altos responsables del consorcio han contravenido sus reglas. Pero al mismo tiempo culpa a los políticos, concretamente al Gobierno de Berlín, de haber "tolerado" durante años los trucos en las pruebas sobre emisiones a las que se sometía a los motores.

El gran fraude descubierto por los norteamericanos en los motores diésel solo fue posible por haber crecido tanto VW que con sus doce marcas, 119 fábricas en 31 países, se ha vuelto inmanejable e incontrolable. Y la única solución posible es, según Der Spiegel, "quebrarla".

VW debería dividirse al menos en dos empresas: una, dedicada a los coches y otra, a los camiones, lo cual, comenta la revista, "no constituye ningún peligro, sino que ofrece, por el contrario, una oportunidad a sus cerca de 600.000 empleados".

Un ejemplo de lo que convendría hacer lo ofrece su rival Daimler, que quiso convertirse en el mayor consorcio del sector fusionándose con Chrysler, hasta que, en vista de que no había quien gestionase aquel coloso, decidió desprenderse de la empresa estadounidense. Lo cual fue una bendición para ambas, hoy, por separado, más exitosas que nunca.

Hay que preguntarse, sin embargo, como hace también el semanario, si el Gobierno alemán ha aprendido algo de ese último escándalo porque, obedeciendo a presiones de su industria automovilística, ha seguido a su vez presionando sobre la Comisión Europea para que relaje los requerimientos sobre límites de emisiones en los nuevos vehículos.

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