Yo estaba allí, en el Pénjamo de José Curiel y sin copa, entre jugadores de rugby y simpas, charlando con una guapa rubiaza que me presentó el siempre amable Julio Babé, tras saludar a Luis Bastida. El alcalde Caballero hablaba, tras recibir del Vigo Rugby Club y su entrenador, Norn Maxwell, el carné de socio número 1 y, en esto, le oigo decir: "Ya os aviso de que mi intención es estar otros 12 años más". Es así de franco, el alcalde, así que ya sabéis: tranquis sus seguidores, que tiene cuerda para rato. Dijo palabras de agradecimiento, recordó sus años de Cambridge en que el protagonismo era del remo y rugby, salió de allí como socio primero del Vigo Rugby, equipo que tan bien viste a Vigo por ahí fuera. Ojalá arregle su orfandad económica para pagar los costosos seguros de su rica cantera infantil.

De fotos emigrantes

¿Cuál fue el papel de la fotografía familiar en la emigración gallega a América cuando la fotografía era de eso, de papel? Sobre tan curiosa materia presentó su tesis la profesora pontevedresa Sara Rosales Sueiro, tutelada por Manuel Sendón para la Universidad de Vigo, y los resultados fueron inesperados, reveladores de que era el único instrumento para mantener vivos los vínculos sentimentales con la Galicia de origen. De ello hizo un estupendo reportaje este domingo en FARO Sandra Penelas, y al leerlo mi cuerpo se fue hacia la estantería de mi casa en que destaca hace años "Galegos, as mans de América", dos tomos publicados en 1992 por los vigueses Gonzalo Allegue y Nieves Loperena en su editorial Nigratea. Ahí sí que hay un trabajo de campo inmenso sobre la fotografía privada de los emigrantes gallegos, no suficientemente reconocido. El trabajo se hizo directamente en distintos países de la emigración gallega: Cuba, Argentina, Venezuela, Brasil... Pretendía ser sobre todo, a través de fotos, cartas... una crónica sentimental de la emigración, de la épica cotidiana de los gallegos: desde el momento del embarque hasta el regreso como triunfadores o fracasados. En un registro casi íntimo desfilan por el libro desde personajes gallegos como El Rey de los Jíbaros, Alfonso Graña, Alfonso I de la Amazonía, hasta delicados locos literarios como El Caballero de París, un coruñés que ofició de mendigo aristócrata en La Habana, pasando por carboneros, caucheros, ratoneros -es decir, taberneros que temblaban ante el pañuelo rojo de los negros carabalíes, que juraban en arameo- vendedores callejeros de flores, cortadores de caña, etcétera. ¡Y qué buenas fotografías!