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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Sobornos al por menor

Galicia, país del minifundio, lo es también de la corrupción al por menor, a juzgar por la módica cuantía de los sobornos con los que aquí se ganarían las voluntades de los gobernantes. Una caja de vinos, un reloj e incluso una prostituta pagada por la empresa que aspire a conseguir alguna obra bastarían para recompensar a los sobornados, según los datos obtenidos por los investigadores de la Operación Patos.

Políticos y técnicos de todos los colores -excepto el que hace enrojecer la cara- habrían recibido esa clase de obsequios, si bien es cierto que algunos de los citados en la indagación policial lo niegan enérgicamente. A la espera de que la juez decida o no nuevas imputaciones, e incluso en el caso de que lo hiciese, todos ellos disfrutan de la normal presunción de inocencia.

Aun así, lo que se va sabiendo del asunto sugiere que la corrupción es en Galicia un negocio del Todo a Cien. Algo de esto se había intuido ya con el anterior caso Pokémon, en el que también asombraba la magra cuantía de los regalos con los que las empresas impulsoras del cohecho compensarían en especies la buena voluntad de los presuntos sobornados.

Los agasajos, más próximos al aguinaldo que a un cohecho como es debido, consistieron entonces en vinos, botellas de champán francés, relojes, plumas estilográficas y cantidades en efectivo que no excedían los 3.500 euros mensuales. La historia parece repetirse ahora con pequeñas variantes, de lo que no queda sino deducir que hasta el soborno tiene en Galicia un carácter minorista y como de bazar chino.

A diferencia de lo que ocurre en Madrid, Barcelona, Valencia y otras grandes capitales, la corrupción sería aquí un negocio de andar por casa. No disponemos de corruptos con el caché financiero de un Bárcenas o un Pujol, capaces de amasar una fortuna lo bastante grande como buscarle refugio en Suiza, Andorra y por ahí.

Los regalos, casi navideños, que las empresas estarían haciendo a los políticos de la tierra, son de tan escaso valor que bien se les puede hacer un hueco en el cajón de la mesilla de noche.

Será que Galicia es un lugar de escaso desarrollo en el que incluso los políticos resultan baratos al costo; pero aun así habría que reclamarles -si el caso tuviera fundamento- un poco de estética en sus métodos.

Ya que no honradez, a los gobernantes hay que exigirles un poco de elegancia. "Manners before morals", sostenía a este propósito el dandi Óscar Wilde para subrayar la primacía de los buenos modales sobre los principios de la ética pequeñoburguesa.

De acuerdo con las tesis de Wilde, uno puede exigir comisiones del 3, del 5 o del 20 por ciento a cuenta de la adjudicación de obras, siempre que la cantidad acumulada supere como mínimo los diez millones de euros, por poner una cifra. Dejarse corromper a cambio de unas botellas, una estilográfica o un masaje con final feliz dice bien poco de los (presuntos) sobornados y aún menos del país al que representan.

En esto se conoce que Galicia es un reino de economía atrasada, como estableció el profesor y político Xosé Manuel Beiras en cierto famoso ensayo. Sabíamos ya que los gallegos cobran las pensiones y sueldos más bajos de toda España, pero solo ahora tenemos indicios -por vía judicial- de que también podríamos contar con los políticos más baratos de la Península. Es de esperar que no se confirme tan desoladora hipótesis.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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