Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Millones en busca de dueño

Vayan o no de farol, unos doscientos jugadores reclaman la propiedad de un boleto premiado con casi cinco millones de euros que alguien dejó olvidado hace tres años en el mostrador de un despacho de loterías de A Coruña.

Solo uno de ellos, si acaso, podría ser el afortunado; pero ninguno ha conseguido dar fe indudable de que la millonaria Primitiva era suya. Ahora que se acaba el plazo de reclamaciones, crece la impresión de que no va a aparecer la víctima de tan monumental despiste. Se conoce que la vida, al igual que la lotería, está gobernada por el azar.

El despreocupado ganador de esa nada desdeñable suma confirma la creencia de que hay gente para todo. Habrá quien se tome tan grave asunto a broma especulando con la posibilidad de que el afortunado fuese de Bilbao y acaso le diera pereza viajar hasta Coruña. Total, por 4,7 millones de euros, tampoco nos vamos a volver locos.

Las circunstancias invitan a pensar, sin embargo, que se trata de uno de esos despistados incorregibles que no recuerdan donde han dejado aparcado el coche ni si han jugado o no a la lotería.

Abunda más de lo que pudiera parecer el personal que va por ahí extraviándolo todo. El recientemente fallecido Oliver Sacks contaba, por ejemplo, el caso de cierto paciente que a fuerza de sufrir despistes acabó por confundir a su mujer con un sombrero. Por desgracia, Sacks ya no podrá esclarecer en una de sus divertidas historias si también en el caso del boleto perdido y hallado en una administración de loterías se daba un problema de tipo neurológico que ayudase a explicar la distracción.

Como todas las relacionadas con el dinero, las anécdotas de este tipo son aún más importantes de lo que parecen.

Años atrás se llegó a considerar la posibilidad de interrumpir el sueño eterno de un cristiano en un pueblo de A Coruña bajo la sospecha de que había sido enterrado con un cupón premiado de la ONCE en uno de los bolsillos de su traje. Por fortuna, la entidad organizadora del sorteo confirmó que todos los premios habían sido cobrados, lo que tal vez ahorrase a los jueces el enojoso trámite de sacar de su sepultura al difunto.

La búsqueda del afortunado y a la vez desdichado ganador de la Primitiva ha sido igualmente engorrosa, si bien menos macabra. El Código Civil por el que se rigen esta clase de asuntos dice en su prosa -ciertamente algo vetusta- que "el que encontrare una cosa mueble, que no sea tesoro, debe restituirla a su anterior poseedor", y en el caso de que este no fuese conocido, "deberá consignarla inmediatamente en poder del alcalde del pueblo donde se hubiese verificado el hallazgo".

Convertido en depositario y responsable de las pesquisas, el Ayuntamiento coruñés publicó hace ahora dos años el correspondiente aviso en el Boletín de la Provincia. El goteo inicial de reclamaciones fue transformándose poco a poco en riada hasta alcanzar los dos centenares de demandantes que aseguran ser los propietarios de la apuesta ganadora.

Con el plazo a punto de cerrarse, ninguno ha podido acreditar de momento que el premio sea suyo. Como un barco a la deriva, el boleto irá a parar, salvo cambio de última hora, al lotero que lo encontró. Se cierra así un curioso bucle de la fortuna por el que un repartidor de premios acaba recibiendo uno de ellos y, lo que es más notable, sin necesidad de haber jugado. Nunca el azar había sido tan impredecible.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

Compartir el artículo

stats