Librero o librera es la persona que tiene por oficio vender libros (Diccionario de la lengua española. RAE, 23ª ed. Madrid 2014). Un librero de viejo o de lance es aquel que vende libros de segunda mano. Hay varios tipos de libreros de viejo: los libreros de viejo propiamente dichos y los libreros anticuarios. Se considera libro antiguo a "todo aquel que tiene más de cien años dese su fecha de edición" (Fernando Asín. El comercio del libro antiguo. Madrid: Arco Libros; 2008). No obstante, es necesaria una mayor concreción de la tipología de los libros en una librería de viejo, bien definida en sus categorías por el bibliólogo y lexicógrafo pontevedrés José Martínez de Sousa (Tabagón, El Rosal, 1933). De él, que cuenta con 82 años y es considerado la máxima autoridad en ortotipografía, se ha dicho que "es un sabio en un tiempo en el que la ignorancia es atrevida" y que "la suya es una vida dedicada a la oración bien construida y la puntuación correcta". En su Diccionario de la bibliología y ciencias afines (3ª ed. Gijón: Trea; 2004) establece los siguientes tipos de libro: 1) libro antiguo-anticuario, el producido por la imprenta manual desde su invención hasta 1801; 2) libro viejo, el del siglo XIX en adelante, agotado que no ha sido reeditado ni reimpreso en los últimos veinticinco años; 3) libro usado, el revendido fuera de las librerías de venta ordinarias, que ya ha tenido un poseedor; 4) libro de ocasión, el que sin estar usado, corresponde a ediciones anteriores y es vendido a un precio más bajo; 5) libro contemporáneo con cierto valor, el que sin superar los cien años posee cualidades de importancia y 6) libro fuera de stock-restos de edición, el que cuesta más almacenarlo que sus beneficios y se saca al mercado con un precio bajo que compense las pérdidas de su impresión. En cualquiera de estos tipos hay libros raros o excepcionales, por ser ediciones limitadas, por su buena conservación o por ostentar ex libris únicos o de personas notables, o anotaciones y dedicatorias singulares. Y como no es objetivo de este suelto dar formación sobre el tema, lo que además sería imposible en tan corto espacio, doy para cumplida la introducción para entrar en el tema que me ocupa que es un anecdotario de algunos libreros de viejo, bien porque los conocí directamente o porque me lo contaron otros coleccionistas de libros o los propios libreros y estimo vale la pena que se las relate en unos cuantos artículos. No obstante, si quiero, antes de nada, dejar constancia de la habilidad y pericia profesional de muchos libreros, particularmente de los de viejo. Los libreros son a la vez documentalistas, bibliógrafos, conservadores del patrimonio, gestores culturales, tasadores, editores, comerciantes y, en muchos casos, persistentes investigadores. Muchos son los ejemplos y de estos, una mayoría autodidactas. Citemos algunos libreros de raza: Julián Barbazán, Antonio Palau y Dulcet, Pedro Vindel, José Porter, Luis Marquina, Luis Bardón? La lista es por fortuna casi interminable. En Ourense no tenemos libreros de viejo.

Y ya que he de empezar por alguno, quiero hacerlo por uno muy peculiar y muy suyo, al que tuve la fortuna de conocer personalmente, con el que mantuve interesantes conversaciones, intercambié correspondencia y al que compré bastantes, bastantes libros. Se llamaba Juan Llorente Aguado (Valverde del Majano, Segovia, 1928 - Madrid, 2002)

A principios de los años 70 del pasado siglo, en un tablao flamenco madrileño, de fama mundial, se desarrollaba un espectáculo. La sala estaba al completo. Se había servido una magnífica cena. Entre los asistentes destacaban un presidente de gobierno suramericano y dos famosos artistas norteamericanos. Era el momento en que actuaba una de las mejores bailaoras de etnia gitana de todos los tiempos, acompañada de un célebre cantaor y tocaores. Irrumpió en la sala, de forma ruidosa, un conocido fotógrafo del diario Pueblo, con gabardina a lo Bogart y sombrero oscuro de fieltro, con ala ancha, que le daban aspecto de bohemio modernista. El reportero mostraba signos evidentes de borrachera. Con marcha desequilibrada, después de tropezar con sillas y comensales, se dirigió directamente al escenario, en los instantes en que la bailaora se lanzaba a un baile flamenco apasionado, sin advertir su entrada tempestuosa, que sí se había llevado la atención de los asistentes que lo miraban con agresividad. Al llegar a la tarima echó mano de su Nikon con intención de sacar unas instantáneas, mas la inestabilidad y temblor de su estado etílico, unidos a los movimientos y taconeo reverberante de los pies de la bailaora no se lo permitían, por lo que buscando el encuadre con su voz chillona y grave, invitó a la artista a que se quedase quieta para poder encuadrarla. Los que relatan el episodio afirman que es mejor no contar cómo terminó. El reportero gráfico no era otro que Juan Llorente. Esta no es más de una de las mil anécdotas que se le adjudican, muchas de las cuales dicen fueron ciertas. Otra que no me sustraigo de contarles es la que le ocurrió en la Gran Vía de Madrid, donde le confundieron, por sus rasgos y aspecto atractivo y seductor, con Paul Newman. No solo no aclaró el enredo sino que incrementó el guirigay y firmó autógrafos en su nombre. Lo de seductor apasionado sí parece fue muy cierto pues muchos fueron los lances y conquistas amorosas que se le atribuyeron, si bien dicen nunca salieron de su boca pues era reflexivo y muy discreto en estos temas, en contraste con su carácter explosivo y provocador. Lo que sí es verdad es que llegó a ser un magnífico fotógrafo de prensa. Mas antes y después tuvo otros oficios y quehaceres.

Sus biógrafos lo señalan como huérfano prematuro junto con otros tres hermanos, de su madre Romualda, y al cuidado de su padre, Esteban, porquero de profesión, que malvendió sus propiedades para que sus hijos pudiesen ir a un colegio de Segovia, donde les inculcaran buenas costumbres, valores y principios morales. Es allí donde Juan adquirió una cuidada caligrafía y lexicografía, que se advierte en las cartas que guardó. Al salir del colegio, aún adolescente, hubo de buscarse medios para sobrevivir. Para ello Juan ingresó en la legión como músico militar, pero al no soportar la disciplina castrense acabó prófugo. Tal circunstancia le obligó primero a irse a Hispanoamérica y después a Europa, ganándose la vida como músico -llegó a ser un virtuoso del clarinete- y fotógrafo en diversas ciudades, la última París, que le entusiasmó y a donde volvería en muchas ocasiones. Desde allí se vino a Madrid, para trabajar en el diario Pueblo. Con este periódico tiene diversas desavenencias y rompe de forma estrepitosa, lo que le deja en la calle.

La falta de ingresos y empleo, le llevan a vender, sobre una colcha, objetos y libros en el Rastro madrileño. Nace aquí el librero de viejo y acaba instalando su propia librería, Llorente-Libros en la calle Desengaño, número 13 -es allí donde el que les escribe lo conoció-. De forma autodidacta adquirió una sólida formación y se especializó en libros de cocina, pero también de hidrología y aguas minero-medicinales y en muchos otros libros como los llamados "Cuentos de Calleja", por los que Llorente tenía predilección y de los que pude en su momento adquirirle cierto número, en impecable estado. Precisamente la Biblioteca Nacional acaba de organizar una exposición bibliográfica para conmemorar el centenario de la muerte del librero y editor Saturnino Calleja Fernández (Burgos, 1853 - Madrid, 1915), con el que pienso enlazar un próximo artículo de este anecdotario librero, pues como padre, abuelo y pediatra sé lo mucho que le deben los niños a este pedagogo, escritor y editor de cerca de 900 títulos. Mas volvamos a Llorente. A su labor profesional se le debe en gran parte la fundación y desarrollo de la "Muestra del Libro Antiguo" de Madrid, una feria internacional de gran relieve y calidad que, cada otoño, desde 1982, primero se ubicó en el Círculo de Bellas Artes y después en diversos hoteles, y de las que él fue varios años coordinador. Asimismo participaba en la "Feria del Libro Antiguo y de Ocasión", que cada primavera se celebra en el Paseo de Recoletos. Cuando concluía se adjudicaba un descanso en su adorado París.

Además contribuyó a la creación y dio nombre a la muy útil e interesante revista Noticias Bibliográficas (1987-2006), donde firmaba artículos con el seudónimo de Juan de Segovia -tomado del teólogo y bibliófilo Juan Alfonso González de Segovia (Segovia, 1393 - Aiton, Saboya, 1458). Su colaboración se rompería por diferencias y por problemas con su director, Pablo Torres: "quería, de algún modo, desde un extraño paternalismo, manejar y determinar los contenidos de la revista". Esta revista dejó de publicarse, supongo que por sus costes, desde luego no por sus relevantes contenidos. Guardo cuidadosamente todos sus números, hoy difíciles conseguir, donde figuran las aportaciones literarias de Llorente. Cuando falleció Llorente, Torres le dedicó tres páginas en su número 89 (septiembre-octubre de 2002), del que he recopilado varios datos y algunas fotos para este suelto. Los catálogos de su librería, ofrecían muy válida, equilibrada y jugosa información de los volúmenes que ofertaba, y los precios no eran exagerados. En sus cubiertas siempre aparecían reproducciones de preciosos grabados, al tiempo que las iniciales del nombre del librero, J LL, en las más diversas letras capitulares. Por otra parte en las contracubiertas escribía dos páginas de "su opinión", sobre todo tipo de temas y personas, fruto de su carácter crítico y duro, en las que volcaba "sus verdades", sin temor a las ofensas. De forma particular lo hacía con los políticos de derechas, él que no era de izquierdas, sin olvidar algunos autores de la época. Creo que tal magazine, elaborado artesanalmente en su catálogo, debería ser editado pues, aunque muy marcado por su excesivo personalismo, es un buen reportaje de su tiempo, desde una perspectiva diferente. Yo, de momento, guardo sus catálogos "como oro en paño". ¿A dónde habrán ido a parar las fotografías de su tiempo de reportero gráfico? ¿Y sus libros? Su antiguo director, Torres, afirma que se los ofreció a distintas personas, eso sí, todas mujeres, que por una u otra razón le cautivaron.

Juan Llorente, ha sido una buena y enriquecedora oportunidad el conocerte.