Hace unos días en Faro de Vigo escribía de los tres pilares de la personalidad: la genética, la educación recibida en casa en los primeros años y la suerte a la hora de casarse.

Lo que es cierto es que el único pilar que depende de uno es la de saber elegir a tu mujer y a veces puede ser una sorpresa y hay que desear suerte.

Pero la personalidad del ser humano depende, en gran parte, de unos dones que recibimos, como la inteligencia y la voluntad.

Yo tengo la experiencia de haber vivido en mis años de juventud en un internado durante siete años y tener compañeros muy inteligentes, que superaban los cursos de bachillerato sin gran esfuerzo y cuando llegaron a la universidad y escogían carreras más o menos difíciles, como no tenían hábito de trabajar, no fueron capaces de pasar de primero de carrera.

Se habla mucho de estos dos dones: inteligencia y voluntad, y suele darse mucha importancia a la inteligencia y menos a la voluntad. Mi opinión es que partiendo de la base de una inteligencia media normal con una voluntad de hierro se puede llegar muy lejos: por sus obras se conocerán, dice Cristo, en el Evangelio.

Uno de los secretos del éxito del ser humano es la capacidad de trabajo.

Uno de los motivos del fracaso profesional es ser vago.

En la vida, para llegar a triunfa,r hay que hacer el trabajo con pasión y convertir tu trabajo en tu mejor hobby.

Los juncos se doblan pero no rompen y el cristal es duro pero rompe con facilidad.

Los seres humanos que no son como juncos jamás pueden llegar a ser líderes y dirigir, y además son bastante conflictivos para una correcta convivencia. Tenemos mucho que hacer y tenemos que ilusionarnos con los proyectos de cada momento: cuando niños, cuando jóvenes, cuando adultos, cuando maduros. Un ser sin proyectos es un viejo prematuro.

El tiempo se acaba y nuestro Dios nos va a pedir cuenta de nuestra vida.

*Miembro del Club 55