Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El meollo

Entierro en negro

No alcanzo a imaginar que es lo que diría el Papa Francisco, quien no gana para sorpresas desde que accedió al Vaticano, si tuviera conocimiento del penoso episodio acaecido en la parroquia de Lérez a cuenta del tejemaneje montado entre la funeraria y el cura por el pago de un entierro, que acabó por movilizar a la Policía Municipal para poner aquí paz y después gloria.

Entre la versión de la funeraria, que el cura se negaba a oficiar el entierro si no cobraba en metálico, y la versión del párroco, que se llevaba mal con la funeraria porque le debía dos celebraciones, no sé bien a quien hacer más caso y con qué explicación quedarme. Tanto monta.

Milagroso fue que el incidente, tal como se desarrollaron los acontecimientos, no ocasionara un serio problema de orden público, con la familia del finado, aún de cuerpo presente, matando a alguien, naturalmente en sentido figurado. Después de lo ocurrido, lo mínimo que podía esperarse del párroco y la funeraria, además de pedir perdón y hacer propósito de la enmienda, es que ninguno cobrara por unos servicios tan deplorables.

De cualquier manera, sin quitarle la razón a una parte para dársela a la otra, el incidente del entierro de Lérez ha puesto de manifiesto la punta del iceberg de un oscuro negocio sobre los pagos y los cobros de funerales en dinero negro. Tan vergonzosa cuestión terrenal con algo tan sublime y casi celestial debería llamar la atención por igual del Arzobispado de Santiago y de la Agencia Tributaria, amén de otras prácticas igualmente abusivas que se cometen con los familiares de los difuntos.

Con semejantes mimbres no habría necesitado poner mucho de su parte Luís García Berlanga, allá donde quiera que esté a buen recaudo el recordado director cinematográfico, para realizar una película desternillante sobre este accidentado entierro, con José Sazatornil como funerario, Agustín González como cura, y López Vázquez y Fernán Gómez como policías municipales.

El meollo de la cuestión está en adivinar si tanto el Arzobispado de Santiago, como la Agencia Tributaria, cada uno por su lado, van a meter ya baza en un negocio descontrolado, donde las familias de los muertos son víctimas propiciatorias por partida doble.

Compartir el artículo

stats