La publicación de la Enquisa de condicións de vida das familias (Instituto Galego de Estadística, IGE, datos de 2013) suscitó las consabidas declaraciones respecto al supuesto retroceso del conocimiento de la lengua gallega entre los jóvenes (Coñocemento é uso do galego). Excepcionalmente, Mauro Fernández -Catedrático de Lingüística Xeral- enfocó inteligentemente el análisis distinguiendo entre datos por rangos y desagregación fina. En el rango de edad 5-14 años no son iguales los conocimientos de niños de 5 años que los de 14.

Los datos del IGE reflejan una encuesta a la que cada familia interrogada aporta respuestas plagadas de sesgos ideológicos respecto a lo que es buen, regular o nulo conocimiento del gallego. La encuesta no refleja por tanto resultados contrastados en controles rigurosos de conocimientos.

Ningún observado objetivo puede creer que el 22% de jóvenes a punto de cumplir 15 años conozca el gallego "pouco o nada" ¿Nada? O sea, como si estuviesen escolarizados en Mongolia. Que la escolarización cuenta se observa sin necesidad de ir a datos desagregados pues en el rango 15-29 años el "pouco o nada" pasa del 22% al 11%, más creíble habida cuenta que todo profesor -de cualquier asignatura- sabe que hay un porcentaje de alumnos que por múltiples razones -algunas de carácter social u originadas en familias desestructuradas- son incapaces de aprender a hacer una "o" con un canuto, valga el casticismo. Pero es que, además, ese 22% no se compadece con el de "Persoas segundo o grao de entendemento do galego falado (pouco o nada)" en el rango 5-14 años: solo el 9% de niños, 8% de niñas, no entienden nada o poco el gallego hablado (y serían presumiblemente los más jóvenes del rango). Escribirlo bien es harina de otro costal, qué duda cabe, pero hay asimismo en Galicia un porcentaje nada desdeñable que escribe el español como Sitting Bull y nadie se mesa las barbas.

| Datos demoledores para el nacionalismo. El primer dato de la Enquisa que debería hacer reflexionar a los nacionalistas, de ser capaces, es que al haber mejorado el ambiente lingüístico se ha recuperado 1% de personas que hablan casi exclusivamente en gallego (31%) El dato es demoledor para los talibanes de la normalización si tenemos en cuenta que con el bipartito (encuesta del 2008) el descenso de personas que siempre o casi siempre hablaban en gallego en el 2003 fue 13 puntos porcentuales. No es nuevo. Rosalía de Castro también abandonó la expresión literaria en gallego al sentirse acosada por los talibanes de la época.

Aquí se intentó consolidar galegoescolas -copiadas del entorno etarra- y obligar a cantar a los niños todos los días el himno gallego, compendio de racialismo -¿qué coño pinta ese Breogán sin la mínima relación con Galicia?- y guerracivilismo discriminador -¡hasta Franco lo cantaba!- entre "os bos e xenerosos" y "os iñorantes e féridos e rudos". Felizmente, el presidente Touriño, creo que aconsejado por el siempre lúcido Damián Villalaín, frenó en seco el proyecto de coros y danzas de madrasas tardo-hitlerianas.

Sucede que la normativa lingüística filolusista tampoco ha ayudado a recuperar el uso ni facilitar el aprendizaje de la lengua gallega. Soy lector avezado en gallego, y en otros idiomas, pero de los de gheada y castrapo, que es el gallego que siempre hemos hablado por estas leiras, y no me entra en la cabeza que a unos cuantos académicos se les diese por meter con calzador el impronunciable "favorábel", fonéticamente "favorable", y otras monstruosidades terminadas en "bel". O el desconcertante sustantivo luso "seita" (por secta) que deviene en adjetivo sectario, a la usanza española, pues "seitario" no existe ni en portugués (es "sectário"). O el cursi "vagalume" -importado del portugués "vaga-lume" por Cabada Vázquez- cuando lo nuestro siempre fue lucecú, vella, bichoco, etc. Ahora bien, los de la normativa no tocaron mergullar, palabra que por sí arruina una lengua pero que les va como anillo al dedo.

| ¿Hay que discriminar positivamente el gallego? El principal argumento de los conservacionistas del gallego -todas sensibilidades confundidas- puede resumirse en este apotegma de discriminación positiva: No se puede tratar igualmente a los desiguales. Tal argumentación, temo, esconde un grave riesgo de inversión interpretativa -la que se aplicó históricamente para favorecer al español en relación al gallego- pues algunos, o muchos, podrían contra-argumentar a su debido tiempo que el inglés y el gallego suministran asimétricos usos útiles a los hablantes, y estando el inglés en inferioridad en Galicia, habría que discriminarlo positivamente para fomentar aprendizaje y uso por mor de objetivas ventajas comparativas que no deberían pesar menos que subjetivas consideraciones sentimentales o políticas.

Allende las maximalistas y quiméricas pamplinas del nacionalismo -unha lingua, unha nazón- X. L. Franco Grande (Por que salvar unha lingua) desde el galleguismo lingüístico y cultural -al que, con matices de distinta intensidad, prácticamente todos los no nacionalistas adherimos- planteó días atrás el debate en términos que deben ser estudiados con serenidad y sin apriorismos. Para no traicionar su exposición, mezclándola con mis ideas, voy a seguir en paralelo la lógica de Franco Grande que, como X. R. Pena, como Anxel Vence, como yo y como tantos otros, transita a la intemperie, en solitario, sin buscar cobijo en establos ideológicos ni bajo paraguas partidistas o institucionales.

Entiendo que el ecosistema cultural de cualquier sociedad es frágil y la ruptura de un equilibrio conduce a otro cuya dinámica -perversa o virtuosa- es imprevisible. Si consideramos dos lenguas como dos especies en equilibrio compitiendo por el recurso "hablantes" (la versión del modelo presa-predador de la ecología o la zoología también admite equilibrios) la ruptura podría conllevar la desaparición de una de las especies propiciando dinámicas encadenadas de nefastas consecuencias.

Supongamos que el inglés, el gallego y el español compitiesen en Galicia -esa es de facto la realidad- de manera que con el tiempo se produjese la desaparición de una de las lenguas, digamos el gallego. Quién nos aseguraría que la desaparición del gallego no provocaría la completa dimisión del instinto de resistencia cultural -y es algo más que conjetura- de forma que alguna pujante ideología totalitaria, verbigracia, el Islam proselitista, se infiltrase por el vacío creado y se amparase culturalmente del país sin encontrar la mínima oposición. Así, habiendo establecido en paralelo más o menos el mismo diagnóstico que Franco Grande -toda lengua viva, es decir, en equilibrio, incluso en competición con otra más activa, refuerza la resiliencia social- la etapa siguiente sería una prescripción común. Es lo más arduo: no ir a misa ni hablar gallego son dinámicas de nuestra época.

En mi opinión, equilibrio entre especies en competición no significa igualdad en la inserción en el ecosistema. Por parecidas razones, es dudoso que gallego y español puedan convivir en igualdad real. Y no es que falte voluntad política para mantener en pie de igualdad al gallego con el español, legalmente lo está, sino que falta voluntad en los hablantes. Los galleguistas culturales suelen ser ardorosos lectores -en gallego, español y otras lenguas- pero no la chusma nacionalista. Recuérdese, por ejemplo, que a pesar de la intransigencia en política lingüística -que los compele a agredir físicamente a manifestantes de Galicia Bilingüe- los nacionalistas, por desidia y poco gusto por la lectura, fueron incapaces de salvar la versión impresa en papel de A Nosa Terra lo cual imponía el ligerísimo sacrificio, a menos del 10% de sus votantes, de renunciar a un par de cubatas mensualmente en aras de adquirir con lo ahorrado los correspondientes ejemplares de la nao senlleira de la causa.

Por otra parte, el derecho a "vivir en galego" no contempla ningún tipo de equilibrio realista. Tal derecho no es superior ni más antiguo ni más natural que el de "vivir en nudista" y, no obstante, cualquiera entiende que este es de difícil aplicación generalizada.

| ¿Soluciones? Garantizar la enseñanza del gallego, de momento está garantizada, es incuestionable aval de supervivencia a condición de derogar la normativa filolusista actual y volver a otra más próxima de la parla corriente. Garantizar su uso por doquier desencadenaría un proceso normalizador coercitivo, no exclusivamente en la enseñanza, con la consiguiente reacción social que acabaría con el gallego. Únicamente desde la completa cerrilidad cabe poner de referencia el caso del pujante hebreo ¿Por qué no el del gaélico?

Los objetivos que hay que encarar, lejos de maximalismos a ultranza, consisten en que el gallego se consolide en posiciones socialmente aceptables, garantizadas legalmente sin violar derechos alternativos, gozando si fuera menester de cierta discriminación positiva, fuera de la enseñanza, que no fuese excluyente. La televisión regional, sin ir más lejos, es una medida de discriminación positiva favorable al gallego que no es excluyente respecto al español. Además, en ciertos ámbitos el gallego puede ser dominante sin que se conculquen derechos individuales.

Quiero decir, los problemas de asentamiento del gallego vienen de muy atrás pero no son todos insolubles. El bilioso Murguía escribió mucho pero no en gallego. Igual que Murguía, masivamente e invariablemente -la susodicha encuesta del 2013 confirma datos del 2008- el porcentaje de gallegos que siempre escriben en castellano es el 84%. Ello no impide que sufra insidiosa marginación cultural -sin que se produzcan verdaderamente conculcaciones de derechos- que ha conducido a alguien a jactarse en Gara, desgraciadamente con razón, de que "el sistema literario español" ha desaparecido de Galicia. Es tanto como decir que resabios y artíficos político-culturales privilegian la expresión literaria en gallego. Atrapados por varias redes escarlatas hemos dejado de ser una potencia literaria mundial si bien no me quejo. Galicia ha dado un Cela en español y puede volver a darlo en gallego.

Pero mucho me indigna, sí, que la Xunta margine, ignore y maltrate oficial y oficiosamente el acervo cultural común como si Galicia no fuera España. Y asimismo me subleva que los nacionalistas pretendan cada dos por tres retomar el control lingüístico de la juventud con retos inasumibles para la mayoría -verbigracia, el infumable decreto del 51% como mínimo- porque ello no sería discriminación positiva de la lengua gallega sino discriminación negativa de la española. Y uno, aunque gallego por los cuatro costados, también es, con perdón, español. El equilibrio es eso.

*Economista y matemático