No va a ser fácil hacer llegar a todos los devotos del Cristo de la Victoria la directísima invitación a encontrarse con Cristo, que nos hace el papa Francisco en su última Exhortación Apostólica " La alegría del Evangelio". Y sin embargo es indispensable. Habría que hacer cientos de miles de octavillas con esas luminosas palabras y haberlas repartido ya desde el primer día de la novena, y a lo largo de la noche una vez que terminó el descendimiento, así como al inicio y al final de la multitudinaria procesión, reiterándolas también varias veces por esos altavoces que nos ayudan a rezar en "el paseo anual tan vigués como emocionante que es la procesión del Cristo de Vigo"? Y aún habría que hacer muchas más fotocopias para que algunos pobres nos hiciera espiritualmente millonarios, entregándonos ese texto cada vez que entráramos en un templo o al llegar jadeantes a alguna ermita y al término de cualquier peregrinación o romería?

Esto nos dice el papa: " Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso?" Y para explicar esa elementalidad de la vida cristiana, que mientras no se capte no se ha entendido nada, cita el papa Francisco el breve y denso texto de Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus Caritas est, 1).

Tal experiencia personal de fe es la esencia de la espiritualidad cristiana. Nadie es cristiano y ningún "devoto" del Cristo -que significa ser "incondicional" -, lo será de verdad, si no ha pasado, o mientras no pase, por esa experiencia de amistad. Quien no ha llegado a una relación afectiva con Jesucristo que comprometa el sentido de su vida y las decisiones más vitales de su existencia no ha saboreado "el gozo del evangelio y la alegría de ser discípulo de Jesús". Por eso añade papa Francisco: "Sólo gracias a ese encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada?" Y ahí es donde está siempre el fresco manantial del sentido nuevo de la vida y del deseo de comunicarlo a otros? No rehúye el papa la realidad de que a veces los afanes del mundo, la pereza o nuestras rutinas nos hagan perder el entusiasmo cristiano, y él mismo explica la razón de ese desinflamiento espiritual: nos alcanzó, dice, "por olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno". Por ello invita el papa al permanente reencuentro con Jesús a partir de las distintas celebraciones ordinarias de la vida cristiana. Como muy bien pudiera serlo la vespertina procesión de hoy acompañando la imagen del Santísimo Cristo de Vigo. "Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: "Cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Como podrá decirnos a nosotros con verdad que se nos hizo presente y cercano y nos miró: en aquella curva, en aquel silencio, en aquella enfermedad, aquella palabra penetrante, aquel abrazo o aquel beso, aquella limosna, aquellos días de retiro, o incluso en este escrito? "¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia!"

El encuentro espiritual con la persona de Jesucristo tiene el mismo proceso psicológico afectivo que cualquier otra experiencia amorosa o de amistad humana. Y no se puede perseverar en él - tal y como sucede en el enamoramiento o en la amistad-, " si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo", dice el papa Francisco.

Y aún explicita más: el discípulo y amigo "sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él" en medio de todas sus tareas y quehaceres. Y ese es el secreto de "la alegría del evangelio (que) llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús." Igual que el enamorado o el amigo fiel que puede decir sin falsía al amado "vivir sin ti no es vivir?"

Buena ocasión la procesión de esta tarde, en la que nos encontraremos tantos, para encontrarse también con Cristo o proponernos dejarnos encontrar por Él. Podría ser el comienzo, o la vuelta, de una gran amistad, de la aventura que llene toda la vida.

(*) Sacerdote y periodista