La Consellería de Sanidade ha conseguido sacar lustre a la lista de espera para las consultas médicas. Según los datos que hizo públicos ayer el Sergas, se da cita para ir al especialista en una media de 40,4 días, nueve días menos que hace un año y la cifra más baja desde que existen registros (en 2006). Son 123.878 los gallegos que están pendientes de una cita médica, 25.800 menos que en el primer trimestre de 2013. Sin embargo, la lista para una intervención quirúrgica sigue atascada. La Xunta ha conseguido agilizar los tiempos para intervenir antes a los enfermos graves pero a nivel global la espera sigue estancada por encima de los 82 días.

Un total de 38.106 gallegos están pendientes de una intervención quirúrgica, 441 más que hace un año. En cuanto al tiempo medio de espera apenas hubo variación: 82,8 días frente a los 83,4 de 2013.

En los últimos ocho años la lista de espera para operarse ha oscilado entre los 34.000 pacientes que había en 2009 hasta los 39.000 que recogían las listas en 2006 o en 2012. Los esfuerzos del Sergas para reducir la demora han obtenido más resultados en las consultas médicas que en la espera quirúrgica que permanece más o menos estable a lo largo de los años.

El tapón para mejorar las listas para una intervención quirúrgica sigue estando en el área de Vigo. Todos los hospitales consiguen reducir la demora media salvo Povisa, que incrementa su espera en 8,6 días hasta los 184,7; el Complejo Hospitalario Universitario de Vigo -93,5 días, 6,4 más que hace un año-; el Hospital do Salnés -2,8 días más hasta los 36,7-; y el Hospital Virxe da Xunqueira (Cee), que tarda 33,9 días en llamar a quirófano a sus pacientes, 1,7 jornadas más que el último año.

Por el contrario, los hospitales que más consiguieron reducir sus tiempos medios de espera para una operación fueron el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, que en el último año logró rebajar en 15,7 días su demora media (ahora se sitúa en 72,9 días) y el Hospital da Costa (Burela) que agilizó en 13,8 días la demora para operar a sus pacientes.

El Sergas destaca además que en el caso de los pacientes muy graves la espera ha disminuido hasta los 17,3 días mientras que ha logrado finalmente rebajar por debajo del objetivo marcado de 60 días la demora media para los enfermos graves de prioridad 2 y que ahora son atendidos en 49,5 días. Aún así hay 833 pacientes que tardan más de un año en ser operados.

La Consellería de Sanidade explica que para agilizar las listas de espera se realizaron un 33 por ciento más de intervenciones en los centros de salud durante el primer trimestre del año. De esta manera frente a las 5.110 practicadas el pasado año se pasó a 6.811.

En cuanto a las consultas la implantación de las llamadas vías rápidas -para acelerar el diagnóstico de determinadas enfermedades como el cáncer- permite que los pacientes con sospechas de tumores de mama sean atendidos en solo dos días, los de cancer colorrectal en 10 y los de pulmón en 6,5 días.

En cuanto a las pruebas diagnósticas la espera oscila entre los 306 días que se tiene que esperar por un estudio del sueño y los 5,4 que se tarda para hacer una ecografía en obstetricia o una electrocardiografía (6,4 días).

Así pues, llegados en Lugo PP y PSOE a un preacuerdo para aprobar el plan municipal de obras, quedan claras al menos dos cosas. Una, que cuando se quiere, se puede, como ya había probado antes el Pacto por Vigo con el que populares y socialistas desbloquearon los presupuestos de la primera ciudad gallega. Otra, que la envergadura de los asuntos demuestra que los dos grandes partidos no están lejos en lo práctico y que, así, mucho más es posible.

(En este punto quizá no esté de más una observación añadida. Lo de Lugo llegó sin mayores dificultades que las lógicas en ese tipo de asuntos, ni más problemas que los derivados del tira y afloja habitual entre las partes. Algo que contrasta con lo ocurrido en Vigo, donde hubo factores -e intereses- externos que pretendieron presionar al PSOE y sobre todo al PP para frustrar una entente que desatasca temas claves y refuerza el peso de la ciudad).

Dicho eso hay que añadir que en cierto modo es natural el recelo, y hasta el malestar, con que el resto de la izquierda gallega, y en particular el BNG -que "dió" las alcaldías a los señores Orozco y Caballero- han acogido los acuerdos. Más extrañas son algunas críticas que hablan de conjuras entre los firmantes y quienes los apoyan, en los que al parecer suponen como objetivo real reforzar el bipartidismo y arrojar a los demás a las tinieblas.

En realidad, es muy posible que lo que teman quienes ahora parecen en offside sea la percepción de que el argumento que excusa muchas y extrañas coaliciones postelectorales -"facilitar la gestión"- caiga por su base. Y lo haga además ante la evidencia de que los grandes asuntos a gestionar -Presupuestos y Obras, por ejemplo- se puedan resolver entre PSOE y PP antes y mejor.

Es por esa, entre otras razones, por la que los acuerdos de Lugo y Vigo van más allá de sus ámbitos estrictamente locales. No son los primeros, pero prueban mejor que es posible en Galicia otro modo de hacer política, y que conviene explorar los caminos que lleven a él. En bien del país, desde luego, y también del sentido común, al que debiera repugnar que solo aquí se excluya, por sistema, de las decisiomes a los más votados.

En todo caso conviene no lanzar las campanas al vuelo, porque una golondrina -o dos- no hace primavera, y tanto en el PP como en el PSOE hay mucha gente que sigue analizando la realidad desde los dogmas y los prejuicios. Casi cada semana se dan ejemplos en el Parlamento de que eso es así y de que resulta muy difícil resolverlo. Pero tiene dicho el poeta que se hace camino al andar, y los de Lugo y Vigo son pasos en la buena dirección y muy importantes por significativos.

¿Verdad?