Pues a ver si va a resultar que de nada aprovechan los estudios de Historia o Sociología y solo con saber qué técnicos entrenaron al Real Madrid CF bajo la presidencia de Florentino Pérez ya puede uno formarse una idea cabal de lo que España fue en estos últimos diez años. Florentino Pérez o el hombre medida de su tiempo. Vayámonos a junio de 2003.

Vicente del Bosque gana la Liga con los merengues. Pero España es ya un país moderno, posmoderno y hasta megamoderno. Los films (o como se llame ese costumbrismo barato) de Pedro Almodóvar triunfan doquiera que van con un glamur que lo flipas; "El Bulli" es la pera de la cocina minimalista (o como se llamen esas cositas que decoran los platos); Santiago Calatrava inaugura sus edificios (o como se llamen esos cachondeos) con los fotógrafos de "The New York Times" atentos a la jugada. Entonces: ¿cómo demonios va a ir el Real con los tiempos que corren manteniendo de entrenador a un tipo con mostachón de guardia civil, calvo y de Salamanca? Nada, nada, tráiganme otro, ordena Florentino: "más tecnificado", llegó a decir. Y se lo trajeron.

Le trajeron a un figurín, Carlos Queiroz, el hombre que mejor lució nunca el nudo de la corbata en un banquillo. En el Manchester United, se partían de la risa cuando supieron que su segundo entrenador se iba al Madrid como primero. Pero Florentino conocía el signo de los tiempos: había que contar con un míster cuya imagen cuadrara muy bien ante un hojaldre caramelizado, una visera arquitectónica acaso móvil o un plano secuencia del manchego internacional. Cuadraba tanto que se olvidó de ganar títulos y hubo que echarlo, vaya por Dios, con lo elegante que vestía. De modo que, para poner orden, como se hace en España en estos casos, la empresa florentiniana contrató a un capataz: José Antonio Camacho, vuelve el hombre. Pero fue un visto y no visto, pues dio en pedir cojones y criadillas varias a sus jugadores galácticos, señoritos, finísimos y millonarios, mientras que los tales le prestaban oídos de mercader. ¿Qué se necesita en tiempos de tribulación? Un hombre de perfil bajo, un funcionario del banquillo, otro señor con bigote durante el tránsito a un discurso nuevo y poderoso; es decir, García Remón.

El buscado relato triunfal vendría de Brasil. Allí, en el Santos, un entrenador de nombre cosmopolita (Vanderlei Luxemburgo) buscaba el "cuadrado mágico". Debe de andar buscándolo aún, porque la cosa fue tan mal que hubo que recurrir al más allá, a la religión como consuelo cuando no queda otra, al muy devoto López Caro, quiero decir. O sea, en la España precrisis, se echa al bueno, se trae al pintón, al duro luego, al gris más tarde, al ocurrente después y, al fin, al rezador. El mismo criterio de tantas empresas y de los perros: busca, busca, busca?

Florentino Pérez volvió al cabo de unos años, 2009, y trajo serenidad en aquellos tiempos en que España comenzaba a entrar en crisis. Trajo a un hombre serio, alto y garboso; sobrio, sencillo y elegante (como la prosa de los clásicos): Manuel Pellegrini, el caballero que mejor se abrochó nunca el botón de respeto de la chaqueta al levantarse del banquillo para dar órdenes desde la banda. Pero el Real Madrid no ganaba y el país caminaba hacia el desquiciamiento. Florentino tocó la tecla precisa, la que lo hizo conectar con el estado de sus conciudadanos: crispados, de mal humor, enfadados con el mundo, maleducados, enfurruñados, encizañándose unos a otros, faltándose al respeto, levantando mucho la voz, agriados y resentidos. O sea, José Mourinho. ¿Alguien se extraña de que Florentino Pérez (mi hombre porque es el hombre de nuestro tiempo, el hombre sin criterio) acuda a Carlo Ancelotti para tener a mano la suavidad cuando salgamos de la crisis y todo vuelva a ser maravilloso, o al viejo Heynckes para cuando haya trabajo y haya que poner a la gente a trabajar?