José Manuel Otero Novas es uno de los grandes pensadores de la moderación española. Confío en tener muy pronto oportunidad de leer el libro Recuperar España.Una propuesta desde la Constitución, recién presentado. En declaraciones a la periodista Natalia Vaquero anticipa opiniones cuya lucidez e independencia tratan de rebasar las trincheras ideológicas o partidistas. Con el equipo del Aula Política del Instituto de la Democracia, que preside, retoma el núcleo de una idea de España según la cual todo podría estar en la Constitución de 1978, mucho más reformada por los hechos que por los hasta ahora mínimos retoques formales. En tal análisis, el estado español es federal desde el día en que la carta magna fue refrendada y promulgada. Pero la realidad de las autonomias no responde a un desarrollo sano de esa noción sino a su perversión gradual y, en suma, a la traición a los principos que la inspiraron. Por ello, la "propuesta desde la Constitución" que podría recuperar España es restaurar en su esencia el pensamiento constitucional e iniciar otro camino.

Los errores obligan (teóricamente) a repetir la historia, pero la historia no vuelve atrás si no es para repetir precisamente los errores y agigantarlos. La España de las autonomías ya parece irreformable desde ellas mismas porque los casi 35 años pasados desde la legitimación de las libertades han alumbrado una realidad acaso diferente de la prevista. Y es que lo único indudable es la imposibilidad de predecir el futuro de las sociedades humanas con la rigidez de una fórmula matemática o un precipitado químico controlable en todas sus reacciones. A veces pensamos Europa como un lugar, cuando es una idea (según la acertada imagen de Henry-Levi). De España puede decirse algo parecido. Aunque su unidad como lugar instrumental (o administrativo) sea de las más antiguas de Europa, la diversidad real nunca llegó a allanar, salvo por coerción, las particularidades de mentalidad y carácter, o, aludiendo a otras más concretas, de lengua, cultura o instituciones históricas que han seguido vivas en el curso de los siglos. Esas diferencias son perfectamente asimilables en la unidad como idea, pero no en la unidad como lugar. La noción unitaria de España debería de ser menos un asunto de límites y fronteras y mucho más un criterio de encuentro en la idea nuclear que hace deseable un destino común.

No pretendo discutir el pensamiento de Otero --aún menos sin haber leído el libro entero-- sino afrontar desde mi poquedad la sospecha de que una recentralización ya sería mas disociadora que reunificante en nuestro país del siglo XXI, inmerso para bien o menos bien en otro proyecto también indefinible como "lugar", que hasta hoy no ha acertado en la idonea fusión de las diferencias nacionales, pero que tiende hacia ello como única opción de existir. Ese proyecto es Europa, cuya unidad exige uniformismos instrumentales muy mal arbitrados en las actuales circunstancias de recesión --la primera que sufre colectivamente-- pero consciente del respeto a la asimetría como elemento fundente y fundante de la idea común.