Advertencia: este artículo no contiene ningún ingenioso juego de palabras sobre el rey de copas, la copa de más y otras lindezas. A los madridistas nos daba igual este partido, con tal de ganarlo. Imaginen la decepción de una derrota, cuando ni una victoria holgada te hubiera satisfecho. Nos entretuvo contemplar el primer desplazamiento que hacía el Rey sin yate, la otra noticia es que tenía a su lado a Doña Sofía. Por lo que respecta al encuentro en sí, Madrid y Atlético hubieran preferido disputarlo sin balón, como una pantomima. De hecho, los blancos tardaron un minuto entero en traspasar el ecuador del césped con el balón dominado. Dieron el doble de pases que los rojiblancos, estéril hegemonía. Se asistía al prodigio de que el Madrid controlaba el partido sin salir de su medio campo. Una especie de inofensiva exhibición ecuestre, hasta que llegó el primer contraataque en el minuto doce. De resultas de esta oleada, Cristiano desembocó en un gol cuya laboriosidad solo se aprecia íntegramente a cámara lenta. Desplaza con salvaje inocencia a Godín, contrata como espectador a Falcao, favorece el vuelo estéril de Courtois. Creíamos que nuestro único riesgo era ya el aburrimiento. Qué engañados estábamos, nos hacía falta otro escarmiento. El gol de Cristiano alivió escenas tan embarazosas como la imitación de Xavi a cargo de Khedira, saldada con los resultados funestos que cabía esperar. Sergio Ramos necesitaría un partido de 180 minutos para desfogarse. Este párrafo contemplativo era posible porque Falcao se comportaba como si fuera Higuaín. Sin embargo, el colombiano estalló súbitamente, como una tromba tropical. En un triple quiebro con asistencia de gol, confirmó que sólo Messi le puede igualar cuando olfatea el marco. Diego López encajó un empate que Casillas hubiera detenido, el guardameta se rehabilitó en idénticas circunstancias en la prórroga. El remate de Diego Costa demostró que es la reencarnación en pista de Diego Simeone. Con tantos diegos, ya no sé si digo digo o si digo Diego. Gracias al empate vimos finalmente a un Madrid inflamado. El equipo blanco necesita jugar al límite y con prisas. El duelo agónico sería la tercera decepción, después de la Liga y de la Champions. Durante el descanso, el infecto telediario -el PP no es responsable de Blesa, sino de haber solucionado la situación creada por Blesa- se vio agravado por una entrevista publicitaria a Ana Botella. La única justificación del entreguismo de RTVE es el hundimiento de la alcaldesa no electa en las encuestas. La esposa de Aznar complementó la ignorancia política con la gramatical, al asegurar que ambas aficiones "van a dar un gran ejemplo mientras el partido". El Madrid dominaba cada vez más con resultados cada vez menores. A la hora de juego, el palo y Juanfran salvaron consecutivamente al Atlético. La portería rojiblanca cerraba sus mandíbulas, según confirmó el tercer palo ocho minutos después. El Madrid tenía que vencer de oficio, y lo perdió todo en la prórroga. Para acabar así, es preferible una ejecución a cargo del Alcorcón. La expulsión autoinfligida de Mourinho y Cristiano sella su falta de compromiso con un club que les ha pagado generosamente.