La FAO-ONU aconseja incluir insectos en nuestra dieta. Todo apunta, pues, a que tras haber devastado la geología, el mundo botánico y los recursos forestales, y convertido a los mamíferos en manufacturas de proteínas ajustadas genéticamente, les ha llegado la hora a los insectos. Con su plena domesticación, cría en granjas, envasado e ingreso en la cadena alimentaria se achicará el penúltimo espacio de vida en libertad, aunque su prestigio esté muy lejos del de elefantes, hipopótamos, orcas y alcatraces. Hasta ahora el bendito asco los protegía de nosotros, pero no hay barrera que resista a la necesidad. Deportes cinegéticos tan populares como el rececho del moscardón veloz, o la batida del artero mosquito nocturno, perderán su tono inmisericorde, pues no veremos ya en ellos al salvaje agresor de nuestro espacio, sino migas de pan, costritas de cereal o frutos secos fuera de su bolsa.