El viernes pasado, Día Mundial de la Libertad de Prensa, el ciudadano que ocupa la presidencia de Venezuela dio al mundo nuevos motivos para ratificar el primado de esa concreta libertad entre todas las que sustentan las verdaderas democracias. Cuando su oponente Capriles explicaba en una televisión privada los chanchullos que le mueven a impugnar en su totalidad las recientes elecciones (entre ellos, más de 200.000 difuntos censados como electores), se coló en la señal un mensaje del gobierno, de emisión obligatoria por todos los medios públicos y privados. La elocuencia de la imagen resultó demoledora. Era sabido que Maduro neutraliza con esa propaganda obligatoria todas las comparecencias de su opositor, pero verlo tal cual es impactante. La anomalía de los espacios obligatorios y su "oportuna" intromisión en las declaraciones de los no afectos al régimen masacran el principio de libertad de expresión. Si a esto se añade el presidente parlamentario que niega la palabra a quienes no reconocen a Maduro, las amenazas de persecución y cárcel a los de Capriles y otros excesos, no solo llegamos al cuadro clínico de una aberración liberticida sino también a la muy fundada sospecha de que Maduro se sabe perdedor de las elecciones y ha optado por el pucherazo permanente.

El solo hecho de negarse al recuento habla por sí solo. No tengo claro que la de Capriles sea la mejor opción para Venezuela, pero parece obvio que la otra es peor. El solo dato de una deriva dictatorial que cree posible usurpar el poder sin un golpe militar, la expulsa del nivel de las democracias. Venezuela puede pasarlo muy mal, y también la emergencia a la normalidad constitucional de las exdictaduras y excolonias sudamericanas, si un individuo de la contextura de Maduro se sale con la suya en la resistencia a las más elementales verificaciones de una presunta mayoría. De hecho el país está viviendo un golpe que puede ser sangriento. El salto atrás es de décadas.

En lo que atañe a la libertad de expresión, los comportamientos "bolivarianos" (¡Pobre Bolívar si levantara la cabeza!) nada tienen que ver con lo que algunos critican al presidente de Ecuador, acosado por los medios de una oligarquía de clanes familiares que no se resigna a la redención del esclavismo y la ignorancia que siempre explotaron. Respetar la libertad de prensa exige la premisa de que la expresión y la opinión sean realmente libres, no las del "Gramma" cubano ni las instrumentalizadas para el abuso. Por desgracia, un espacio y una periodista muy estimables de TVE se equivocaron de plano en una reciente entrevista con Rafael Correa por dar prioridad a la hipócrita manipulación de un principio inviolable, esgrimida contra el líder la cuestionable prensa de su país. Intransigentes, sí, pero tontos, lo menos posible. Los últimos esputos de Maduro contra el ministro español García Margallo ilustran el nulo respeto que le merece España pero a quien descalifican es al energúmeno.