Harían muy bien los partidos españoles en general, y la izquierda en particular, en fijarse muy bien en lo que va a ocurrir en Italia con la llegada en tromba a las dos cámaras del Parlamento de los llamados "grillini", los electos por el Movimiento Cinco Estrellas que capitanea el cómico Beppe Grillo.

Y deberían sobre todo analizar las causas que han llevado al fuerte descrédito tanto del anterior Parlamento como al estrepitoso fracaso del primer ministro, el tecnócrata Mario Monti, un hombre muy vinculado a las elites financieras.

Siendo este último consciente de la gravedad de la crisis no solo económica sino social y cultural de su país, dio muestras, según el filósofo Massimo Cacciari, de una fragilísima vocación política, de una insuficiente "fuerza retórico-persuasiva". Deficiencia, esta última, que podría atribuirse también en buena medida al líder del Partido Democrático, Pier Luigi Bersani, que quedó a su vez muy por debajo de las expectativas que en su entorno se habían despertado.

Hoy muchos se preguntan si habría sido mejor que el Partido Democrático hubiese optado por una cara fresca en lugar de por el veterano excomunista como habría sido el joven alcalde de Florencia, Matteo Renzi, que, representante del sector más moderado, fue, sin embargo, derrotado en las primarias.

Y sobre todo muchos en el PD se arrepentirán seguramente del desprecio con el que trataron a Grillo en el pasado, cuando intentó en vano dialogar con la izquierda a raíz de las protestas y recogida de firmas que el cómico organizó en 2007 y 2008 para, entre otras cosas, exigir una limitación de los mandatos parlamentarios y algo tan razonable como que un condenado por la justicia no pudiese presentar su candidatura al Parlamento.

Entonces fue tachado de populista y de "fascista de la Red" e incluso en la prensa de la izquierda comunista hubo quien predijo que el "grillismo" sería un fenómeno pasajero, que "se autodestruiría" tan fácilmente como se creó.

Los partidos tradicionales no supieron valorar el grado, no ya de descontento, sino de rabia de la gente con unos políticos que parecían una casta aparte, totalmente desconectados de las preocupaciones de los ciudadanos. Unos políticos arrogantes, generosamente recompensados y que, montados en la inercia, se dedicaban a bloquear todos los intentos de auténtica reforma el Parlamento.

Ese es el panorama que ahora pretenden modificar radicalmente los electos del Movimiento 5 Estrellas, no profesionales de la política que rechazan las jerarquías, propugnan la rotación de sus cargos parlamentarios, quieren reducir drásticamente el coste de la política para el erario público y abogan un Parlamento de cristal.

La prensa italiana cuenta estos días cómo muchos de ellos pretenden dar ejemplo renunciando a parte del sueldo que les corresponde y a todos esos privilegios que explican que tantos veteranos busquen eternizarse en la política, o cómo han empezado ya a buscar alojamientos económicos en la capital, declarándose dispuestos a compartir un piso entre varios o incluso en algún caso a ocupar una celda en algún monasterio.

Muchos políticos tradicionales temen la luz que los "grillini" quieren arrojar sobre todo lo que sucede dentro de las Cámaras y que puede poner en evidencia el despilfarro del dinero público y otras malas prácticas de muchos "onorevoli", título que, por otro lado, aquellos rechazan.

Que los "grillini" consigan o no lo que se han propuesto, dada su gran heterogeneidad ideológica y su bisoñez política, es algo que solo se verá sobre la marcha y que dependerá en buena medida también de la habilidad y la voluntad de pactar, sobre todo con la izquierda, que manifieste Beppe Grillo.

Por lo pronto, quienes antes le rechazaban y le consideraban peor aún que Berlusconi o que la Lega Nord, ahora le buscan como "interlocutor necesario".

Algo ha cambiado al fin en Italia. ¡Atentos aquí mientras tanto a ese experimento!