La "Teoría de la elección racional" (RCT, por sus siglas en inglés) es el término genérico que se utiliza para designar diferentes teorías de acción o decisión en ciencias sociales, particularmente en economía, sociología y ciencias políticas. La RCT engloba modelos que deben respetar una serie de condiciones –hipótesis y convenciones axiológicas– reputadas racionales y naturalmente necesarias. Sin embargo, a pesar de estas precauciones en la selección de postulados, las paradojas son frecuentes y numerosas las violaciones de la capacidad predictiva de los modelos. Una de ellas es la paradoja del voto. ¿Por qué votamos si somos conscientes que nuestro voto no influirá, salvo marginalmente, la agregación de miles de votos? Desde el estricto punto de vista de la "racionalidad instrumental" entendida como la que los agentes aplican en su propio interés con conocimiento de causa –disponiendo de las informaciones pertinentes– para evaluar el coste/beneficio, o la utilidad/desutilidad, de sus decisiones, sorprende que voten tantos electores.

En cuanto a la capacidad predictiva, el ejemplo de las ciencias económicas es paradigmático. El comportamiento de los agentes –familias y empresas– no corresponde en situaciones varias al que cabría esperar en coherencia con las hipótesis del modelo canónico que, aun perfeccionado, se aparta poco del modelo básico del "homo economicus" asentado en la racionalidad y egoísmo.

Uno de los principales objetivos de la economía conductual es explicar por qué en ciertas situaciones los seres humanos adoptan comportamientos que pueden parecer paradójicos bajo los criterios de racionalidad o egoísmo, es decir, contrarios a lo que predice la teoría del "homo economicus".

Hipótesis de egoísmo y cooperación rousseauniana. En relación con la hipótesis de egoísmo hay que remitirse a Bernard Mandeville. Como si estuviera pensando en Eurovegas, Mandeville propuso un enunciado, casi teorema social, hoy día célebre: "Los vicios privados sustentan la virtud pública". Este aforismo paradójico fue suficientemente interesante para suscitar el interés de Marx. La búsqueda, incluso ilegal, del interés privado puede contribuir al interés general. Bien lo entendió Felipe González cuando dijo aquello de "algo de corrupción es necesaria para aceitar la maquinaria económica". La paradoja se extiende también a actividades legales que obedecen a motivaciones egoístas. Esta idea simple ha sido, a partir de Adam Smith, el mayor estímulo intelectual de la ciencia económica. No obstante, la crisis actual nos ha recordado que el buen funcionamiento de un mercado exige la introducción de regulaciones apropiadas. A Adam Smith hay que completarlo con Jean-Jacques Rousseau (nacido hace 300 años, 28 de junio 1712) que concluye, a partir de la parábola de los dos cazadores –"Discours sur l´origine de l´inégalité parmi les hommes"– que para cooperar eficazmente –y eso es vivir en sociedad– la libertad natural debe dar paso a la libertad civil: la vida en sociedad se regula para que sea viable. A fin de que la mano invisible de Adam Smith no se convierta en un puño violento la vida en sociedad, la cooperación, debe someterse a la ley que la propia sociedad elabora. Por tanto, en democracia, lo que no es ilegal es legal. Cosa bien distinta es como la gente perciba las, así llamadas, "creencias morales", especialmente en ausencia de regulaciones apropiadas. Para poder analizarlas hay que recurrir a la ficción del "observador imparcial" de Adam Smith.

Observador imparcial/opinión pública. La ficción del observador imparcial resulta práctica para enfocar algunas cuestiones fundamentales de las ciencias sociales; por ejemplo, las relaciones entre igualdad y equidad. John Rawls, en un libro señero ("The Theory of Justice") retomaría en cierta medida la figura del observador imparcial bajo el principio del "velo de la ignorancia" que ha dado lugar a importantes aplicaciones.

En el décimo capítulo de "An Inquiry€", Adam Smith se planteó por qué los británicos de su época consideraban legítimo que los mineros estuvieran mejor pagados que los soldados. Partió del principio que no siendo la mayoría de ingleses ni mineros ni militares, al no verse directamente concernidos por la cuestión se les podía considerar en conjunto como un observador imparcial. De un observador imparcial, sujeto de apreciación colectiva conocido como "opinión pública", se espera que la apreciación se fundamente en un sistema de razones de sentido común generalmente compartidas. Adam Smith llegó a la conclusión de que al no honrarse al minero con reconocimientos ni honores militares, en caso de muerte, la opinión pública consideraba que se le debía retribuir en vida con un salario superior al del soldado.

El observador imparcial/opinión pública distingue claramente entre varios tipos de desigualdades sin llegar a asimilar desigualdad a injusticia salvo en contados casos. Según estudios sociológicos llevados a cabo mediante encuestas, las desigualdades funcionales no se perciben como injustas: la opinión pública admite que las remuneraciones estén indiciadas en relación al mérito, la competencia o la importancia de los servicios prestados. Las remuneraciones de las estrellas del deporte o del espectáculo pueden percibirse como excesivas pero no como injustas.

La percepción social de los "privilegios". Aunque, en principio, a contribución idéntica retribución idéntica, la opinión pública, en tanto observador imparcial, no considera injusto que dos personas ejerciendo la misma actividad en dos empresas distintas o en dos regiones, una floreciente y otra que no lo es tanto, reciban retribuciones distintas. Por el contrario, respecto a otro tipo de creencia moral, la opinión pública considera injustas las desigualdades percibidas como "privilegios". Los "paracaídas dorados" de altos ejecutivos son particularmente mal considerados sobre todo cuando la contribución a la riqueza de la empresa y a la riqueza social no son claramente perceptibles. Vistas las cosas bajo este ángulo, es razonable considerar que antes de que la Fiscalía Anticorrupción interviniera recientemente, los cinco exdirectivos de Caixa Galicia y Caixanova ya habían sido condenados por la opinión pública. Sin embargo, aunque los principios axiológicos de la opinión pública reposan generalmente sobre argumentos razonados, las creencias morales pueden verse afectadas por parámetros contextuales que conducen a paradojas aparentemente incoherentes respecto a las hipótesis de racionalidad o egoísmo de la RCT.

Juego del ultimátum. Un experimento conductual bien conocido, el juego del ultimátum, muestra la siguiente paradoja. Un experimentador propone a dos personas, A y B, repartirse 100 euros. Al sujeto A del experimento se le encarga hacer una propuesta al sujeto B respecto a cómo hay que repartir la suma; si B acepta, el experimento concluye y cada uno recibe la cantidad propuesta por A; si B rechaza la propuesta, el juego también concluye y el experimentador se marcha con los 100 euros. Es por tanto un juego de "lo tomas o lo dejas" de ahí que se le llame del ultimátum. Desde el punto de vista de la estricta racionalidad y egoísmo, A debería proponer 1 euro y B debería aceptar. Está claro que ganar 1 euro diciendo sí es racionalmente mejor solución que no ganar nada diciendo no. Sin embargo, regularmente el sujeto A rehúsa aprovecharse del poder de iniciativa que el juego le confiere –ofrecer 99-1– y proponen un reparto 50-50. Ateniéndose estrictamente a la axiomática de la RCT es tan irracional que A haga una propuesta distinta de 99-1 como que B la rechace.

¿Es Gayoso la encarnación del Joubert de Chateaubriand? La querella de la Fiscalía Especial contra la corrupción, presentada y admitida en la Audiencia Nacional, contra cinco exdirectivos de Caixa Galicia y Caixanova es un interesantísimo caso práctico respecto al juego del ultimátum y a la RCT. Anticorrupción apunta a Julio Fernández Gayoso al considerar que los hechos –que podrían ser constitutivos de administración desleal o de apropiación indebida– contaron con la necesaria cooperación del por entonces presidente de la entidad, quien, al parecer, no salió beneficiado. Como si el propio presidente, en un supuesto juego del ultimátum, hiciera la descabellada propuesta 0-100 en contra de sus intereses.

En cierta medida, parece que estuviéramos en Melanesia ¿Por qué Melanesia? Porque el único caso que conozco, más o menos parecido, citado por Raymond Boudon, es el siguiente. Cuando se propone el juego a los melanesios Au y Gnau de Papuasia es frecuente que A proponga a B más del 50% de la suma en juego y sin embargo B rechace la propuesta. Y esto es así porque en su sociedad el "don" –en el sentido de donación– equivale a un signo de superioridad y su aceptación de inferioridad. Solo cuando el don se entiende como justa recompensa concedida por el jefe se acepta en la relación 0-100.

Vemos aquí un caso curioso –si bien explicable– de la violación de la hipótesis de egoísmo en la RCT. De hecho, ha sido frecuentemente puesta en duda por su ambigüedad (entre otros por Amartya Sen). Y es que, como señaló irónicamente Chateaubriand en "Mémoires d´outre-tombe", libro de cabecera de Otero Pedrayo, "(Joubert/Gayoso) era un egoísta que solo se ocupaba de los demás".

*Economista y matemático