La crisis con sus recortes llega a las escuelas y se ceba sobre el cuerpo docente. Reducción de profesorado, supresión de unidades, aumento de alumnos por aula, disminución de administrativos en los centros, incremento del horario lectivo, inclusión de labores que no le son propias como control del alumnado a la entrada y salida del transporte escolar, funcionarios en prácticas que no imparten la materia que aprobaron en la oposición, servicios complementarios deficitarios… La gente se indigna porque escucha que los profesores van a tener que trabajar unas pocas horas más cuando el común de los mortales, si tiene trabajo, lo hace a destajo. Pero no seamos simplistas. Si hay profesores que no dan un palo al agua (a esos mándenlos a Malabo), en general trabajan muchas más horas que aquellas en las que están en una clase con sus alumnos, aunque tengan más vacaciones. Un artista ¿sólo trabaja los días en los que presenta su exposición al público como si los cuadros o las esculturas se pintaran o se hicieran solos?

No, los profesores tienen que preparar los contenidos didácticos de sus clases, el material curricular, las fotocopias, los power points, dvds... Además, tienen que aplicar unos métodos de evaluación determinados, o sea corregir esas actividades propuestas y también los exámenes. Súmese que ejercen la labor tutorial, realizan entrevistas con los padres (recopilando la información necesaria y estudiando a cada alumno), tienen reuniones con otros profesores, cumplen actividades extraescolares…Por alguna razón son uno de los colectivos profesionales que padecen más estrés y tensión nerviosa, entre otras cosas por esa imbecilidad progre de despojarles de autoridad ante el alumno.Es fácil entender que al aumentar dos horas la carga lectiva, se les obliga a trabajar bastantes más horas reales. Con estos recortes y planes de austeridad en la educación, se va incrementar significativamente la carga de trabajo de los docentes, y en consecuencia se reducirá la calidad de la enseñanza. Y hay este año más alumnos que han decidido volver a estudiar.

¿Y los interinos? Además de aumentar las horas lectivas de los docentes, el Estado propone el "ahorro" de otros también esenciales, los interinos y sustitutos, o sea el personal contratado por la Administración que no es funcionario pero que trabaja igual o más, llevando siempre la peor parte del pastel. Este personal, en general más joven que el fijo de plantilla, si es despedido, irá a engrosar todavía más las cifras del paro en menores de 35 años, que está en el 43%. Efectivamente, el profesorado docente fijo (los funcionarios), en el sector público, y probablemente en el privado, es un personal envejecido que rondaría la media de los 50 años, como poco. Con este recorte sobre los interinos, la mayoría jóvenes sobradamente preparados, se cercena la posibilidad de aportar savia nueva a un sistema de corte gerontocrático, donde el funcionariado no se recicla ni se moderniza y que, sobre todo, patrimonializa un espacio de acción pública con "su plaza" inamovible. "Lejos de echar a la calle a aquellos que han vendido su fuerza de trabajo al Estado, y que ahora son vilipendiados y expulsados -me dice uno -, habría que obrar de otra manera con este personal interino que fue contratado y que ahora se quiere eliminar." Si ha sido un personal necesario hasta ahora al sistema, y este sistema educativo vomita con su fracaso al 30% de los estudiantes, imagínense lo que sucederá con estos recortes, que dejarían un paisaje enjuto, con menos profesores, que eran además bien preparados y más jóvenes.

En vez de ejecutar tanto despido, creen nuevas figuras y estrategias. Lo que hace falta es personal, ayuda mutua y coordinación entre todos los docentes, funcionarios y contratados. Nuevas fórmulas, nuevos puestos y quehaceres con otro tipo de contratos más flexibles si es necesario. No gasten más, sino optimicen. Recortar en educación es recortar en aquello donde podríamos encontrar parte de la solución al problema al que asistimos en esta sociedad. La crisis económica esconde una crisis de valores, la de un sistema opulento cuya burbuja estimulamos con nuestro consumo fácil y desenfrenado, y es precisamente en la educación donde deberíamos buscar la esperanza, con nuevas fórmulas adaptadas al nuevo paradigma. ¿Es inteligente tener en el paro al mejor filón de jóvenes preparados que ha tenido nuestra historia? Dejemos que ellos se expresen y creen nuevas utopías, en diálogo con los veteranos.