Si dentro de la Federación Española de Ciclismo quedase un mínimo de dignidad hoy saldrían sus principales responsables en procesión con la carta de dimisión entre los dientes y a continuación se acercarían a Teo –mejor de incógnito para evitar alguna sorpresa desagradable– con el fin de pedirle perdón a Ezequiel Mosquera por pisotear durante casi un año todos y cada uno de sus derechos sin otra justificación que entregarle a la Unión Ciclista Internacional y a la Agencia Mundial Antidopaje la cabeza de turco de un pobre desgraciado y salvar así la de Contador, el chico bonito de la película, el que al final siempre se lleva a la chica.

El informe que acaba de hacer público la Agencia Española Antidopaje (AEA) constituye una tragedia para aquellos que llevan meses buscando un motivo para sancionar al ciclista gallego. La AEA explica que el hidroxietil que apareció en la muestra de Mosquera no mejora el rendimiento, que no se sabe si llegó por vía intravenosa (algo prohibido y que sí se considera dopaje) y que tampoco puede descartar que haya aparecido en su organismo a través de cualquier alimento. Exactamente lo mismo que hace meses le dijo la defensa del ciclista en un informe demoledor, ahora respaldado por la Agencia Española Antidopaje. Sin embargo, lejos de valorar y juzgar con la documentación con la que contaban, los prebostes de la Federación Española han seguido buscando hasta la saciedad las respuestas que les permitiesen meterle una cornada considerable a Mosquera. Y mientras, han contestado con un injustificado y cobarde silencio a las llamadas de la defensa del ciclista o de los medios que han querido obtener una respuesta, una justificación al atropello del que el corredor de Teo estaba siendo objeto.

Pero este caso encierra aspectos mucho más graves y que prueban que este país es una chirigota en materia de dopaje y sus responsables, unos absolutos desalmados. Se ha sabido que la muestra de Ezequiel Mosquera, tras ser analizada en el laboratorio de Madrid sin que se encontrase ninguna sustancia prohibida más que el famoso hidroxietil, fue enviada a Colonia sin que lo supiese el ciclista, ni su abogado, ni su equipo, ni su párroco. "Analicen que seguro que hay algo raro" debió decir la solvente Federación Española con la complicidad del Consejo Superior de Deportes, órgano del que depende el laboratorio en cuestión. Por aquel entonces alguien ya había filtrado a un programa de radio el nombre del hereje que "había dado positivo" (falso) pese a que eso supone pasarse por el forro la legislación vigente y los derechos esenciales del deportista ya que se supone que las muestras se analizan "a ciegas" para preservar el buen nombre del ciclista. Ezequiel, que estaba en su casa descansando de aquellos días de ciclismo grande, cuidando a su mujer embarazada, descubría de repente y mientras sus fluidos recorrían toda Europa, que era un maldito, un tipejo que había querido engañar a los aficionados. Los radiopredicadores nocturnos siempre dando lecciones gratis de ética y moral.

Desde aquel momento se desató un comportamiento difícil de explicar por parte de la Federación Española que ha dado la sensación de estar más preocupada por encontrar un motivo para sancionar a Mosquera que en cuidar a uno de sus corredores. Cuando la UCI les devolvió el caso y Colonia confirmó que no había nada raro en el cuerpo del corredor el caso debería haber sido cerrado de forma inmediata para que Ezequiel volviese a subirse a la bicicleta. Pero no, la resolución sigue esperando y es lógico pensar que a los rectores del ciclismo español se les ha venido abajo el caso con el que tenían previsto explicar al mundo lo duros e intolerantes que son con los tramposos. Ezequiel era la cabeza de turco que querían entregar días antes de la vista de Contador en el TAS para que nadie pudiese utilizar el argumento de que España es un paraíso para el dopaje. "Fijaros lo que le hemos hecho a este pobre diablo que nos la quería meter doblada" podrían presumir en los pasillos mientras se fumaban un cigarro.

Ahora ha llegado el momento de Vacansoleil, el equipo de Mosquera, que ha aceptado la situación con resignación y un punto de masoquismo. No han querido que el gallego corriese hasta que su caso fuese cerrado. Pero los últimos acontecimientos, el informe de la Agencia Española, el silencio federativo...les obliga a dar un paso. Y ese debe ser subir a Ezequiel a una bicicleta y que corra porque él sigue sin tener suspendida la licencia. Que deje de ser un proscrito y que pregone su inocencia desde las carreteras dando pedales. A Ezequiel le espera la Vuelta y miles de aficionados gallegos que sueñan en esa etapa que acaba en Manzaneda y que podría ser el final feliz para la pesadilla que está viviendo un buen hombre cuyo principal pecado es no tener el eco mediático y social de algún compañero que sí dio positivo pero al que hay proteger por encima de todo. Imaginen por un momento que hace diez meses a Ezequiel se le ocurriese dar una rueda de prensa para decir que la culpa de todo la tiene una chuleta de ternera gallega que le llevó un amigo desde Lalín.Aún hoy duraría el eco de las carcajadas. Aquí ya se sabe que las gracias se ríen dependiendo de quien procedan.