Los duques de Bedford –primos de Bertrand Russell– tenían la peculiar costumbre de votar sistemáticamente en contra de las decisiones adoptadas unánimemente por el resto de sus pares en la Cámara de los Lores que, entre ellos, para abreviar, llaman The Right Honourable the Lords Spiritual and Temporal of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland in Parliament Assembled. Los duques de Bedford motivaban sus aparentemente extravagantes votaciones –en una ocasión votaron en contra de la instalación del alumbrado eléctrico en la vía pública– amparándose en una razón que de tan profundamente aristocrática deviene democrática: la unanimidad es propia de las dictaduras.

Aunque solo fuere por mi próximo parentesco espiritual con Bertrand Russell permítanme que vote –con los pies, con los cuatro– en contra de la designación por unanimidad –en puridad no ha sido una elección verdaderamente abierta a otras alternativas– de José María Castellano a la presidencia ejecutiva de NCG Banco.

No creo revelar sagrado secreto si digo que la mejor definición profesional que se puede dar del señor Castellano –la que más le honra y que en su fuero interno, a buen seguro, lo llena de orgullo– es la de avisado y duro hombre de negocios. Definición que a contrario excluye la de mecenas, benefactor, empresario altruista o filántropo que en el último tramo de su vida activa se dedicara desinteresadamente, cual viuda Vanderbilt, a las causas perdidas. Si el señor Castellano emprende, se asocia o entra en algún proyecto empresarial es con el fin de obtener un beneficio según las leyes de la economía de mercado, corregidas y revisadas por la ideología del capitalismo financiero globalizado. El resto, pelillos a la mar. Esos pelillos son la galleguidad, obra social, atención especial a familias y pequeñas empresas, densificación de la red de oficinas en aras del desarrollo local, flexibilidad en las garantías, fluidez crediticia, minimización del coste de créditos y comisiones, etc.

Y está muy bien que así sea, lo digo sin adarme de ironía, siempre y cuando todo el mundo esté al tanto de que en el motor de las caixas fusionadas no han metido a una abadesa alelada ante el crecimiento de los geranios sino a un sano tigre que viene a llevarse para sí mismo, y los aliados que lo apoyen, la mayor parte que pueda del beneficio que genere NCG Banco. Lo cual tampoco sería reprochable habida cuenta que, al parecer, es el único empresario al que se le supone –no sé si justificada o milagreramente– capacidad para armar desde la desguazada NCG el buque insignia de las finanzas gallegas que lanzando el copo en el mar del ahorro lo extraiga rebosante de beneficios.

Hasta aquí las maduras; veamos ahora las duras. Lo primero que sorprende de la designación del Sr. Castellano es que nadie haya cuestionado su falta de experiencia en la alta gestión bancaria en un momento tan difícil para el sector. Incluso este periódico –en general rigurosamente analítico con cualquier dinámica empresarial, social o cultural que afecte a Galicia– le dio su voto de confianza, editorializada el pasado domingo, si bien apuntó claramente que aún queda mucho partido por jugar.

Los bancos, a la par que la prensa, son empresas muy difíciles de gestionar al encarar un proceso de competencia y reestructuración de nuevo cuño que requiere una trayectoria profesional de la que José María Castellano aporta ejecutoria muy modesta. Si no dio, que yo sepa, prueba de obrar milagros en la prensa, recorte quirúrgico de costes aparte, no veo razón alguna para que los obre en la banca. En este sentido, el presidente in péctore de NCG Banco no ha presentado ningún proyecto concreto de modelo bancario ni ha explicado cómo piensa obtener beneficios en el contexto económico actual. ¿Por la intermediación, por participaciones empresariales, por encarecimiento de comisiones? Descartados los beneficios corrientes por participaciones empresariales, de cuyos paquetes accionariales se está deslastrando NCG, encarecida la captación de pasivo y persistiendo los riesgos de morosidad y disminución del crédito, las únicas vías que le quedan al Sr. Castellano para obtener beneficios son, en primer lugar, la "eficiencia", cerrando o vendiendo oficinas y comprimiendo costes y salarios, en segundo, el encarecimiento de los créditos –lo que estimulará fenómenos perversos de selección adversa como consecuencia de la información asimétrica en la relación bancaria agente/principal– y, finalmente, exprimir a los clientes mediante el aumento de comisiones.

Sin embargo, más allá de declaraciones retóricas, si el Sr. Castellano guarda celosamente los planos secretos de un proyecto distinto sería de agradecer que los mostrase. Para el otro viaje no hacen falta tan afamadas alforjas. Por supuesto, siempre queda el recurso de cambiar de banco pero todo el mundo sabe que conlleva unos costes implícitos que actúan como barreras de salida (Switching costs/barriers) especialmente en lo que concierne a las personas mayores o por la proximidad –física o personal– de la agencia o cuando se ha domiciliado el pago de facturas. Esto es, la clientela de un banco está parcialmente cautiva y en el caso de NCG más aun dada la relación de vieja raigambre y fidelidad entre los clientes y las entidades fusionadas.

Por otra parte, como contribución de José María Castellano al reflotamiento de NCG se le atribuye la constitución de un núcleo duro de inversores, fundamentalmente fondos extranjeros, que aportarán alrededor de 500 millones de euros al core capital de la nueva entidad. Por este mérito, sin duda lo es, además de la presidencia ejecutiva se le premia habilitándolo para que se encargue de sacar a Bolsa en su momento el banco que previsiblemente se constituya en agosto.

La verdad, sin escatimarle la merecida recompensa al Sr. Castellano, me parece demasiado poder en manos de una sola persona a cambio de relativamente poco. Aunque seguramente mucho –buen muerto se les quita de encima– desde los puntos de vista de los señores Feijóo y Ordóñez. Nadie nos garantiza empero que cuando el FROB se privatice la emisión no se haga de forma muy diluida de tal manera que con el minoritario paquete del núcleo duro puedan controlar todo el banco. No obstante, lo justo sería que si los inversores extranjeros quieren el banco –es decir, el 42% del ahorro de los gallegos– se mojaran por encima de su aportación inicial recomprando todo el FROB. Lo contrario sería regalarles un banco gallego al Sr. Castellano y a unos rentistas que van a ganar el dinero durmiendo para llevárselo a sus países.

Alternativamente, si este fuera el proyectado desenlace final habría que ir pensando en lanzar una opción empresarial 100% gallega que por 700 millones de euros se quedara con el control de NCG Banco diluyendo el FROB restante en pequeñas participaciones. Por comparación, que NCG Banco ubique las sedes fiscal y social en A Coruña y la operativa e institucional en Vigo me parece insustancial, puramente anecdótico.