De Enrique Tierno Galván, rememorado ahora en los 25 años de su muerte, hay que destacar su condición de personaje postmoderno, en el que el envoltorio era tan perfecto y seductor que se imponía al producto, y en el que cierto arcaísmo ideológico (su recurrente protesta de marxismo) era vertido con distancia irónica. Digamos que el personaje y su exteriorización ahormaron una moral y una conducta, que finalmente volaba sobre las miserias de la política, pese a que su apariencia benévola encerrara, en el núcleo, una férrea voluntad y una indesmayable ambición. Como devoto y secuaz suyo, publiqué hace un tercio de siglo en un periódico local del partido un poema al Viejo Profesor, una de cuyas estrofas decía así: "Tierno gavilán, larga mirada / oteador vertical, pájaro insomne / ave difícil, ave pendenciera / para quien le discuta el horizonte". Se lo envié, y no me contestó.