No sorprende que la publicación de mi artículo "El Caso Conde" (F de V 2/01/2011) suscitara numerosas y encontradas opiniones incluso allende Galicia, área de influencia natural de este diario. No sorprende, no, por cuanto Mario Conde (MC), como personaje, sigue teniendo una pegada mediática inmensa, constatada más allá de cualquier previsión en la presentación de su libro ("Los días de gloria") en el Club Faro. Pero, independientemente del personaje, el artículo presentaba una tesis que, al concernirnos a todos, algunos consideraron voluntariamente provocadora mientras otros lectores vieron confirmadas las razones que intuían desde la intervención del Banco Español de Crédito (Banesto).

La tesis de mi artículo era que nunca hubo verdaderamente un Caso Banesto sino un Caso Conde. Que la situación contable y real de Banesto –sufrida la crisis de 1992, había varios banco fragilizados- no era tan particularmente desastrosa que requiriese una precipitada intervención y, por otra parte, que la estrategia soberanista del PSC, artillada de buena hora por Maragall y Narcís Serra, sí les urgía eliminar a Conde de la escena económica y mediática dado su posicionamiento reiterado en contra de la permanencia de la peseta en el Sistema Monetario Europeo (SME), primero, y en tanto adversario declarado, después, del proyecto de moneda única (ecu) sustanciado en el Tratado de Maastricht.

Otrosí, Banesto fue intervenido -sin que Botín ni Felipe González (FG) ni Luis Ángel Rojo lo urdieran en la sombra como equivocadamente se ha dicho- por la voluntad del PSC de desenclavarse políticamente de Madrid para conectar directamente con Bruselas, decapitando la soberanía monetaria española, por cuanto el objetivo de los nacionalistas en general es hacer descender la soberanía propiamente española por debajo del nivel autonómico al tiempo que España la cede también en el orden comunitario: de ahí, a su tiempo, la pinza Statut-euro. Evidentemente, sin otros matices, esta afirmación resulta, a fuer de perentoria, poco creíble toda vez que si FG y el PSOE hubieran sido euroescépticos poco podrían haber hecho Serra y Maragall. Ahora bien, para desgracia de MC, sí hubo confluencia entre los intereses de estos últimos y FG el cual, incapaz de embridar los desbocamientos nacionalistas y vapuleado por la proliferación de problemas internos, buscaba distraer a la opinión pública española –y, la verdad, lo consiguió- con una machacona ideología "europapanista" contraria a la más elemental lógica económica aunque muy rentable políticamente como cimbel para cazar anuencias.

La génesis que nos llevó al euro, que Mario Conde intentó frenar sin alharaca pero con firmeza, es la siguiente. En junio de 1989, FG tomó la funesta decisión de integrar la peseta en el mecanismo de cambios fijos constituido por el SME en el que nuestra divisa se fijaba con un valor central de 65 unidades monetarias por marco y límites de fluctuación del 6%. Esta irracional política monetaria terminó tres años después con reajustes que llevaron el cambio a 79 pesetas por marco. Todo ello en el contexto posterior a la firma del Tratado de Maastricht en febrero de 1992 sin evitar no obstante la tormenta monetaria que se cebó con las reservas de cambio del Banco de España (BE) en tres especulaciones consecutivas –septiembre y diciembre 1992 y mayo de 1993- que no amainaron, como era de cajón, hasta que se puso fin a la disciplina cambiaria estricta substituyéndola por una banda de fluctuación del 15%. Previamente, con buen criterio, la libra esterlina y la lira habían abandonado el SME al tiempo que el BE se desangraba quedando casi sin divisas para complacer la absurda y megalómana pretensión "felipista" de permanecer dentro del nefasto mecanismo de cambio cuasi fijo europeo. Lo que poca gente sabe es que los alemanes –Bundesbank mediante- dieron un suntuoso corte de mangas a FG al sostener al franco, abandonando la peseta a las solas fuerzas de contención del BE enfrentado a especulación.

Sin embargo, en previsión de la tormenta monetaria que finalmente se desencadenó, Mario Conde llevaba alertando a FG desde 1990, advirtiéndole que la permanencia en el SME era insostenible habida cuenta que las entradas de capitales especulativos, atraídos por los altos tipos de interés y la estabilidad cambiaria, tensionaban al alza la paridad de la peseta pero a costa de una disminución de la inversión y de las exportaciones, lastradas además por tasas de inflación que rondaban el 6%, llevando a la economía española a soportar un déficit por cuenta corriente del 4%, evidente síntoma de una política económica maltusiana para nuestro tejido industrial.

Y así fue. Al calor de la crisis de 1992, y la consiguiente caída del PIB, los especuladores –entre ellos algunos bancos españoles- se lanzaron a por las divisas europeas que consideraron más débiles. Y ahora viene lo crucial, este dato es histórico: el único gran Banco que no especuló contra la peseta fue Banesto. ¿Por qué? Porque a pesar de que su presidente, MC, siempre tuvo muy claro lo que se avecinaba, y habérselo advertido reiteradamente a FG, consideró una gran deslealtad para con el Gobierno de la nación especular en ese momento de adversidad política contra la divisa nacional. Felipe González se lo agradeció redoblándole su confianza como consejero áulico, de ahí que nunca contemplara la intervención del Banco "amigo". Hasta que se encontró frente al hecho consumado –que, en última instancia, usufructuó políticamente- desencadenado por las manipulaciones de Serra, fontanero en jefe del alcantarillado político español al disponer del cuadro de mandos y palancas capaces de activar en la dirección que él ordenara a los servicios secretos y cuerpos de seguridad españoles. Se llegó a decir por entonces que además de a MC, Narcís Serra había ordenado espiar al propio FG y al Rey, elaborando de consuno decenas de dosieres secretos, entregados a Maragall, con todos los trapos sucios de los principales políticos del PSOE para presionarlos llegado el caso. No sé que habrá de verdad en todo ello pero siempre me ha mosqueado la ausencia de crítica pública de la mayoría de los políticos socialistas al Statut al tiempo que lo denostaban en privado. Pero ese es otro asunto.

Lo que sí sé, y sabemos todos, es el agradecimiento a MC, por no haber especulado contra la peseta, mostrado por Luis Ángel Rojo, gobernador del BE desde 1992, al asistir a la investidura de Conde como Doctor Honoris Causa, 9 de junio de 1993, que se interpretó en los cenáculos financieros como un aval definitivo a su gestión al frente de Banesto. Visto lo que precede, no tiene ni pies ni cabeza endosar la intervención, el 28 de diciembre del mismo año, ni a Felipe González ni a Rojo aunque por oportunismo posteriormente la asumiesen.