Toda persona que sin ser especialista desee entender los penúltimos embates de la crisis –con el caso griego en primer plano– deberá familiarizarse con algunas idiosincrasias de la Unión Monetaria Europea, UME, cuyo maestro de ceremonias, el BCE (Banco Central Europeo), actúa al dictado de Alemania/Holanda/Austria y Francia, relegados a comparsas los demás miembros. A un subconjunto de este pelotón de colistas le llaman Club Med, constituyendo el núcleo duro la pléyade liderada por Alemania.

El Tratado de Maastricht, que levantó los planos y contignación de la UME, buscó en los "criterios de convergencia" –todos de carácter nominal, ninguno real como el saldo de la balanza comercial, la tasa de paro o el endeudamiento global de familias y empresas– el saneamiento de las finanzas públicas de los candidatos al euro y la estabilidad de precios en tanto principales objetivos del proyecto. Este Tratado, debe quedar claro, ha sido y sigue siendo el montaje más aberrante al que quepa enfrentarse la teoría económica –dada la heterogeneidad estructural de los postulantes– lo cual no excluye que aliente virtudes políticas de largo plazo. Uno de los criterios de convergencia a los que obligaba el Tratado era que la inflación de un Estado candidato no debía exceder 1,5 puntos porcentuales la media de los tres países menos inflacionistas.

Para los países del Club Med, el mayor aliciente de la entrada en el euro radicaba en pagar tipos de interés bajos. A los Estados les convenía con vistas a que la deuda pública no fuese demasiado gravosa; a las empresas, para sus inversiones; a las familias para el consumo y adquisición de coches y viviendas. Incluso antes del lanzamiento oficial del euro los tipos de interés de los candidatos convergieron a la baja hacia los niveles alemanes de referencia. Ahora bien, a pesar de que asimismo se dio una convergencia a la baja de la inflación no fue uniforme subsistiendo diferencias entre países. Y esto es lo crucial. La inflación se mantuvo durante los últimos diez años más baja en los países del núcleo duro que en los del Club Med, dando lugar a diferenciales de inflación acumulados que a la postre resultaron nefastos.

El elemento desencadenante es fácil de entender: el tipo de interés real acabó siendo más bajo en los países del Club Med que en los países del núcleo duro. La razón es la siguiente, si tomamos como base 100 de referencia 1997, año en que se lanzó la convergencia, nos encontramos con un nivel de precios en 2009 de 146 para Grecia, 139 España, 135 Portugal, por una parte; 119 Alemania, 122 Francia en el otro extremo. Así se da la paradoja que, al ser la inflación de los países del Club Med más elevada que los tipos de interés nominal del BCE, el tipo de interés real es negativo para esos países mientras que debido a su baja inflación, por debajo del tipo de interés nominal, es, aunque no mucho, positivo para los países del núcleo duro. La consecuencia fue que, al tener tipos de interés muy bajos o incluso negativos, los países del Club Med no tuvieron ningún aliciente en ahorrar pero sí en endeudarse.

Grecia se aprovechó de la situación endeudándose a todo trapo con la complicidad de Goldman Sachs que le ayudó a esconder el montante de la deuda pública sirviéndose de productos financieros sofisticadísimos hasta que se descubrió la violación del criterio de endeudamiento impuesto por el Tratado de Maastricht. Y mira por donde, al mismo tiempo que Goldman colocaba la deuda griega en los mercados internacionales especulaba a sus espaldas contra ella. Por el contrario, España tuvo un comportamiento virtuoso en cuanto a sus finanzas públicas, llegando a presentar incluso excedentes fiscales. Pero los bajos tipos de interés estimularon el endeudamiento masivo de empresas y particulares. A pesar de lo que leemos por ahí, esto es lo que verdaderamente está descontando ahora el mercado. Aunque las finanzas públicas españolas están mucho más saneadas que las griegas nuestro país se presenta en el medio plazo como el más insolvente de Europa debido al enorme endeudamiento privado. ¿O acaso alguien cree que los fondos para financiar la compra y construcción de viviendas los sacaban las entidades financieras españolas de los depósitos de ahorradores e impositores? Por supuesto que no, provenían fundamentalmente de Alemania y Francia.

Los mercados consideran que el paro y el desgaste empresarial incrementarán la morosidad que quizás la banca no tenga capacidad para provisionar completamente. El crédito se restringirá más aún y el paro seguirá aumentando. Macroeconómicamente nuestro país sufrirá lo indecible para reembolsar la deuda privada y de consumo la deuda pública puesto que los recursos del Estado serán menores y las necesidades de financiación mayores.

Simétricamente a los países del Club Med, el dinamismo interior alemán se vio frenado por tipos de interés reales relativamente elevados. Pero el excedente comercial –casi el 70% lo obtiene dentro de la UE, lo cual prueba el buen negocio que es la zona euro para Alemania– le permitía repatriar ingentes fondos que los alemanes, austeras hormigas ahorradoras, destinaban en parte a prestar para financiar los fastos consumistas y dispendiosos de otros países. Por ejemplo, la deuda externa de España para con los bancos alemanes es de 240.000 millones de dólares (200.000 millones adeudamos a los bancos franceses).

Para colmo, la UME prohibió que la BCE o el presupuesto comunitario acudiesen a sostener a ningún miembro que se endeudara excesivamente. Por ello, Bruselas no puede acorrer legalmente y directamente al rescate de Grecia –sí puede hacerlo bilateralmente cada Estado– salvo recurso a ingeniería jurídica ad hoc. Esta prohibición no afecta al FMI que impondrá para el rescate condiciones muy duras como el recorte del 16% de los salarios públicos y la congelación de los salarios del sector privado durante tres años. Así las cosas, si España se colocara la venda antes de la herida, autoimponiéndose ya desde ahora un plan de ajuste como el de Grecia, aunque suavizado, en ese caso, pero sólo en ese caso, quizás dejáramos de hundirnos en el pantano que va a tragar hasta las pensiones. De lo que no estoy seguro es de si para llevar a buen término el reflotamiento contamos con auténticas organizaciones sindicales, maduras cívicamente y políticamente solventes, al estilo alemán, o con simples asociaciones ideologizadas de piqueteros. En este sentido, el ejemplo griego es, si cabe, más vergonzoso que sus chanchullos presupuestarios.