Así que, aceptada la idea de que este tipo de encuentros son necesarios pero no siempre fructíferos, hay que reconocer que la visita del señor presidente de la Xunta a Bruselas ha tenido mejor pinta -y agenda-que otras. O seguramente ha sido más oportuna, a la vez que caliente: varios de los asuntos son delicados y el momento para plantearlos más aún, pero el tono que se ha transmitido parece, al menos, muy útil.

Algunos observadores -quizá demasiado optimistas- esperaban mucho de la cita entre los señores Núñez Feijóo y Durao Barroso. Y no sólo porque hablen casi el mismo idioma, que eso ya sucedía con don Emilio Pérez Touriño, sino porque son ideológicamente cercanos, y eso en política supone un plus. Pero, aparte el mejor tono, el zurrón regresa tan flaco como siempre.

En este punto, y sin ánimo de aguar las fiestas, hay que meditar un dato especialmente peliagudo: el consejo que dio el presidente de la Comisión Europea a su visitante para que haga "planteamientos inteligentes" en la defensa de los intereses gallegos. Y como no especificó más, hay aquí quien teme que el señor Durao entienda por tal lo que propuso para las conservas: llevarse las fábricas a Nueva Guinea. Vaiche boa.

En mucho de lo demás, a estas horas tendrían ya que estar cerrados acuerdos parlamentarios para respaldar la postura de don Alberto Núñez sobre los sectores lácteo o naval. En el primero porque como dijo el propio presidente, corre peligro de muerte y por tanto se amenaza el equilibrio racional del país. En lo segundo, porque ya está bien de que se haga pagar a Galicia los pecados que otros cometen gratis.

Es una metáfora, claro, ma non troppo: conviene recordar que mientras a los astilleros gallegos se les multó por recibir ayudas públicas ahora se consienten para la automoción y ya ni se diga para la gran banca: enormes cantidades de dinero estatal han servido para que algunos floten, primero, y luego compitan, y ya va siendo hora de que eso cambie. Pudo mejorar cuando el Bipartito planteó un posible uso de Fene, pero entonces el PSOE contradijo al PSdeG y al resto del país, y se frustró la ocasión; algo por cierto, que habría que explicar ahora que tan de moda está esa exigencia.

En lo otro, lo del aterrizaje suave para no estrellarse a partir del 2013, la UE tiene ya alguna fórmula, pero Galicia las precisa más cómodas. Es claro que la Xunta lleva razón al pedirlas, pero eso no está en manos del señor Durao, sino de los que piden el dinero. Y va a ser difícil que lo acepten.