Un pesquero español con tripulación vasco-galaica acaba de ser capturado al abordaje por piratas de Somalia, pero al menos ya ha quedado claro quiénes son los culpables del incidente. Los marineros, como es natural. Así parece sugerirlo la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, al hacer notar que el "Alakrana" estaba faenando en aguas poco seguras, con los riesgos que eso supone para su imprudente marinería. Quien ama el peligro, perecerá en él: ya se sabe.

Habrá gentes poco avisadas para las que la culpa de un secuestro es siempre de los secuestradores, pero esas son teorías anticuadas y tal vez algo franquistas. Por otra parte, la hipótesis de que el Gobierno pudiera tener alguna responsabilidad en el lance está por completo descartada. Los que mandan son, por su propia naturaleza, irresponsables: ya sea de la crisis económica, ya del paro, ya de los asaltos a una flota pesquera que lleva meses pidiendo medidas de amparo a sus gobernantes.

Los armadores de la flota que se busca la vida y los peces en aguas del Cuerno de África habían solicitado al Gobierno español que imitase al francés con disposiciones tales que el embarque de marines armados a bordo de los pesqueros. Pero ni por esas. El Ejecutivo de Zapatero, tan amante de la gestión pública, ofreció por toda respuesta a los navieros la posibilidad de contratar mercenarios con fusil para hacer frente a los piratas por su cuenta y riesgo. Apenas diez días después de tan brillante sugerencia, los bucaneros con base en Somalia se han apoderado sin mayores dificultades de un pesquero vasco y su multinacional tripulación de más de treinta marineros. Por su propia culpa, claro está.

Tampoco es que el asunto nos cogiera de nuevas. Hace año y pico, otro pesquero con base en un puerto de Euskadi y tripulación también vasco-gallega cayó en manos de los piratas de Puntulandia, que parece un país de tebeo aunque el lance no fuese precisamente de risa. Felizmente, los marineros del "Playa de Bakio" salieron indemnes de aquel rapto, si bien las circunstancias de su liberación -con dinero o no de por medio- siguen siendo motivo de polémica.

Alguna que otra medida ha tomado el Gobierno desde entonces con la elogiable intención de proteger a los buques que faenan bajo pabellón español; pero se conoce que no ha sido bastante para evitar que los abordajes en alta mar volvieran a tener éxito. Una vez más, los pescadores (varios de ellos gallegos, como es habitual) se han convertido en rehenes de un grupo que impone con modernas armas la vieja ley de la piratería allá donde África pierde el Cuerno.

Ahora que ya sólo queda negociar con los chantajistas, la vicepresidenta De la Vega dice que lo más importante es velar por la seguridad de la tripulación secuestrada. Nadie en su sano juicio estará en desacuerdo con tan razonable propósito, naturalmente; pero se supone que ese deseo de protección hubiera sido más útil si se aplicase con carácter preventivo, como demandaban marineros y armadores.

Lejos de admitirlo, el Gobierno sugiere por medio de su más visible portavoz que la culpa del secuestro es de las propias víctimas, dado que estaban faenando "fuera del perímetro acordado". Suena raro, pero no deja de estar en su línea. También el presidente Zapatero encontró en Estados Unidos un culpable al que cargarle la crisis que en su opinión no existía hasta que el paro empezó a poblar las colas del INEM. Alguna responsabilidad tiene igualmente el pueblo, que no consume lo bastante para levantar la economía nacional. Y el resto de los males que afligen al país hay que imputarlos probablemente a la oposición que gobierna en la sombra sin que lo advirtamos.

Parece lógico, en consecuencia, que el secuestro del "Alakrana" sea achacable a su propia tripulación, por pescar donde no debía. A lo sumo, el Gobierno sólo tiene la culpa de ser como es.

anxel@arrakis.es