De modo que, visto lo que hay y, sobre todo, oído lo que se dice, quizá lo más conveniente sea echar mano del lenguaje no convencional y resumirlo con una sola frase: esto parece un despiporre. En referencia, claro, no ya sólo al concurso eólico sino a la sensación, cada vez más fuerte, de que además de las diferentes sensibilidades -que era cómo se justificaban antes los líos internos en la Xunta de coalición- y sus efectos políticos, hay un creciente problema personal entre los líderes de ambos socios.

En este punto quizá no esté de más exponer -respetando otras opiniones- lo probable que resulta que, en el fondo, al gallego medio le importe un rábano este asunto de las eólicas y su reparto. Con las crecientes angustias que la crisis añade al vivir diario ha recuperado protagonismo aquel eslógan latino del primum vivere y la necesidad de dejar la filosofía para momentos más plácidos. Y quien dice filosofía quiere decir también la estética de la cosa pública: la ética sigue siendo imprescindible, pero va escaseando cada vez más.

En ese plano resulta evidente que la cuestión personal se vuelve básica, cuando no decisiva, y, por lo tanto, se comprende mejor la inquietud que pueda producir la sensación de que entre los señores Pérez Touriño y Quintana hay cada vez menos química, las distancias son mayores y por tanto su capacidad para gobernar juntos con eficacia se cuestione no sólo por la oposición, sino por sectores amplios de sus propias organizaciones. Cierto que el poder acerca -alguien dijo que el "Audi" pega más que la antigua cola de carpintero- y compensa siempre, pero más o menos según como se emplee.

En vísperas electorales las reflexiones de este tipo suelen interpretarse -en la habitual, y ridícula, clave que emplean los apparat- como orientadas a favorecer a unos debilitando la imagen de otros. Pero quizá haya llegado el momento de afirmar que el deterioro no lo producen los análisis ajenos, sino las conductas propias. ¿O es que alguien cree que es invención el actual cruce de avisos que tanto suenan a amenazas, como lo de "quien manda soy yo" o "lo que decidan los otros debe ratificarse por nosotros", sea en eólicas, en un ICO gallego o en el control del AVE?

Alguien debería, en cambio, advertirles a todos que los ciudadanos, y los inversores, tienen derecho a otra imagen y a otras conductas de los que gobiernan sus vidas y sus haciendas. Las que se denuncian perjudican no ya a sus autores, sino al país, que es lo importante.

¿Eh...?