Así pues. vistas las líneas principales del último informe del Consello Económico e Social de Galicia, podrían destacarse un par de datos: el primero, que a quienes lo elaboraron no les tembló el pulso para aplicar sentido común a su trabajo. El segundo, que seguramente no le gustará a la Xunta, lo que demostraría la independencia del CES, algo que en estos tiempos que corren tiene un valor más que simbólico.

Queda dicho lo del sentido común porque, analizando cifras reales, el peor servicio que se le puede prestar al país es convertirlas en míticas como parece pretender la Xunta cuando habla de los márgenes de maniobra de la economía gallega en el último trienio. Un dato que reconoce el Consello, pero que relativiza al subrayar que la velocidad con la que se mueve la crisis hace el plus tan reducido que acabará por resultar volátil.

El CES, que en definitiva traduce en su informe aquello de la Física según lo cual todo lo que sube baja, advierte de que es muy posible que el retraso del tsunami económico en alcanzar la costa financiera gallega supondrá que las aguas tardarán más tiempo en retirarse y, por tanto, una buena parte de los ciudadanos y aún de la estructura, deberá prepararse para una larga inundación. Lo firmaría Pero Grullo, pero no estorba que lo ratifique un órgano consultivo de tan rancio abolengo como éste.

A partir de ahí, el informe, que puede también definirse como prudente porque no concluye lo que podría, y es que le hace falta a este país algo más que los planes parciales que como los del Gobierno central está poniendo en marcha la Xunta. Y porque obvia también algo que no pocos economistas creen útil: la creación de una entidad financiera propia que asegure lo que hasta ahora nadie hace: que las ayudas lleguen a su destino, lo que ahora mismo aún no sucede.

De las otras cosas destacan más las quejas que los hosannas, un dato éste que tampoco ha de extrañar de un órgano independiente: el hecho de que sorprenda quiere decir que no hay tantos o que los que funcionan tienen poca opción de ejercer. Pero suena bien que alguien en Galicia diga, institucionalmente, que hay retrasos en las infraestructuras, que ciertas consellerías no gestionan como predican y que, en fin, lo manifiestamente mejorable no es teoría, sino urgencia.

Ahora lo que queda por ver es si la Xunta asume el informe o al menos da señal de haberlo leído a fondo. Y no va a ser fácil ninguna de las dos opciones.

¿Eh?