En el primer diálogo del último James Bond, la excelsa Judi Dench se refiere a un cuerpo varado "en una playa de Ibiza". Agucé el oído, ante la metáfora sobre la extinción política de Matutes -sólo es Abel para los amigos-, pero los empresarios de la película pierden el tiempo en la ópera. La deserción súbita del magnate equivale en las filas del PP a una renuncia de Fraga. El partido de la derecha está concebido a escala de ambos próceres, que comparten el honor de haber sido los conservadores más amados por el PSOE. Tras encadenar un rosario de derrotas electorales, el insigne ibicenco ha formalizado su renuncia, a falta de decidir si ha caído presa del pánico por la navegación a la deriva de Rajoy o de Estarás, cuya duplicidad -dialogante por fuera y dictatorial por dentro- ha quedado expuesta de nuevo contra Catalina Soler.

Matutes ha caducado, abandona en perdedor. Se envuelve en la excusa de que así defenderá mejor sus empresas, tarea que hasta la fecha había realizado con notable aprovechamiento desde infinitos cargos públicos. En regiones menos fenicias, los políticos se retiran a sus familias, aquí se vuelcan en sus negocios. Las declaraciones del todopoderoso han de medirse con la proclama que me hizo en el año 1990: "Yo también soy ecologista". Anulada la coartada, queda establecido que ni el único votante que se desplaza a las urnas en un Rolls Royce blanco soporta al Partido Popular, en su actual configuración. La situación de la derecha es peor de lo que imaginan sus críticos más fervientes.

Pugilístico desde la nariz, Matutes se jubila a mamporros. Ha exteriorizado su malestar avalando a Carlos Delgado y propinando sendas patadas a Cardona y Matas. También ha recibido Tarrés, el liquidador de la doctrina de la pureza del Govern -si no existieran sa Nostra y son Espases, claro-. Decisivo en la fabricación de Aznar, a Matutes no se le escapa que mientras Europa busca candidatos similares a Obama, los partidos españoles rastrean sucedáneos de Zapatero y el PP balear se conformaría con algo parecido a Antich. Menuda subasta a la baja.